A nadie le importa una mierda, pero... v14

[Unmeikuro]

Yo no es que disfrute en el dentista, vamos, pero qué remedio, prefiero tener los dientes bien aunque suponga un par de días de malestar y una hora de dolor. Lo que no se me olvida en la vida es el pánico que le cogí al dentista en el tiempo que llevé la ortodoncia. No por la ortodoncia en sí (que fue molesta pero me dejó los dientes de puta madre) sino porque debido a que me estaban saliendo las muelas del juicio (las cuatro, las perrillas) me iba a quedar un espacio justillo para los dientes en el maxilar inferior.

El dentista me dijo que podía o quitarme un diente, con lo que tendría espacio de sobra, o dejarme toda la dentadura, que en su opinión tenía suficiente espacio para todos (y llevaba razón) pero podía suponer tener que apretar más la banda de abajo para que no se movieran cuando fueran saliendo (porque no es que fueran a salirme en X tiempo: es que a las tías les dio por querer salir cuando nos decidimos a hacer la ortodoncia, y 4 dientes más pues suponía más dificultad para hacerla)

El caso es que decidí quedarme con todos mis dientes, que les tengo mucho aprecio, y creo que lo de apretarme la banda inferior más no me supuso un dolor "extra" demasiado fuerte. Pero el pánico me vino por un hecho que el dentista no tuvo en cuenta. Los arcos metálicos que van por los brackets para hacer tensión y recolocar los dientes deben ir fijados a algún punto desde donde iniciar la tensión. En mi caso, ese punto eran unos aros metálicos colocados alrededor de los molares del fondo (los que pegan a las muelas del juicio) que iban metidos a presión, encajados en el diente. Esos puñeteros aros tenían un gancho donde atar el cable, y ese gancho se me clavaba una y otra vez en la cara interior de la mejilla, haciéndome unas llagas de los más monas ellas.

Pero eso no era lo peor. Lo peor vino con lo que no tuvimos en cuenta: las muelas del juicio, como se esperaba, salieron mientras estaba con el aparato. Lo que no se esperaba es que, al salir tan pegadas a las muelas, acababan empujando el aro hacia arriba, de modo que este acababa desencajándose y soltándose. Eso me ocurrió dos o tres veces con cada lado, hasta que la muela creció lo suficiente como para poder ajustar el aro también entre el molar y la del juicio (afortunadamente sucedió cerca del final del plazo que tenía que llevar aparato) pero cada vez que el aro se salía suponía, aparte de volver a tener que apretar todo (los que hayan llevado aparato sabrán esa odiosa sensación de tener los dientes de goma y como si te bailotearan en la boca) tener que meter el aro de nuevo en la muela.

Y claro, por el lado entre molares normales no había problema porque del tiempo ya se había formado un hueco suficiente como para meterlo. La dificultad venía a la hora de encajarlo por la parte de la muela del juicio. El dentista tenía que echarse literalmente encima de mi, usando el mango de uno de los utensilios suyos (que era romo y redondeado) para intentar apretar y encajar por la fuerza el aro. Eso, claro, suponía que muchas veces el puñetero palo metálico se le resbalaba del aro y la muela, y como estaba haciendo fuerza me suponía un golpe en la parte trasera de la boca, donde se unen las mandíbulas. Y un golpe fuerte, porque tenía que estar haciendo presión para encajarlo. Pues bien, así dos o tres veces y con cada lado (sólo abajo, por fortuna; arriba tenía más espacio y a la primera vez que ocurrió se consiguió encajar sin problemas)

El resultado es que cada vez que veo al dentista coger uno de sus utensilios de tortura, casi me siento más tranquilo si veo que es un garfio o una cosa puntiaguda que si es romo. Porque con los primeros ya sé lo que me espera, pero con los segundos era una tortura estar con la boca abierta rezando "por dios, que no se le resbale, que no se le resbaZASCA" y lagrimones como puños...