04-24-2016, 09:19 PM
(Este mensaje fue modificado por última vez en: 04-24-2016, 09:49 PM por CucuFaiter.)
ANLIUM, pero como llevaba unas semanas un tanto automasoca emocionalmente, hoy me he dicho "Enga, hoy voy a darme un capricho y me voy a ir a comer Sushi... solo".
Solo, sí. Porque algunas veces me hace falta ir solo a los sitios. Estar solo, pensar en mi cosas, hacer lo que me de la gana y como me de la gana, etc. Cuando hago esto, obviamente, no suelo avisar a nadie porque las conversaciones podrian tornarse:
- Voy a ir a "sitio X".
- ¡Yo voy!
- Ej que... no quiero que vengas.
- ¿Por qué?
- Quiero estar solo.
- Y yo quiero ir.
- Conflicto de intereses. Dirimamos este entuerto como caballeros con un duelo a muerte al amanecer con palos y piedras.
- ¡Me pido cuchara!
- Jo... yo quería ese.
Esto es algo que les molestaba mucho a la gente con la que yo solía salir antes de conocer a Hasu y compañía. No comprendían mi necesidad de soledad, de irme a la quinta mierda simplemnete a estar tranquilo, en silencio, mirando la pared o escuchando al de al lado, viendo situaciones que ocurriesen a mi alrededor, o simplemente sintiéndome libre al caminar sin rumbo.
Hoy ha sido uno de esos días. Estaba un tanto triste, ya que mi vida estudiantil se ha complicado un poco. Necesitaba más tiempo para estudiar del que tenía y, al final, todo se fue a la mierda por culpa del estrés, no dormir bien, y no comer.
¿Por qué no comer? Hace un año de la última relación en la que estuve. El último día que fuí a verla fue... fue un día un tanto horrible, tan horrible fue que los ecos de ese día me han perseguido hasta estas últimas semanas, en las que me llegó una multa del ayuntamiento de Córdoba por estacionar en un lugar reservado para minusválidos. Aquel día, por cierto, también se me llevó el coche la grua.
El caso es que esa multa eran 220 euros preciosos, que he tenido que pagar en este momento de dificultad económica. Este último mes (Marzo) había ahorrado un poquillo, así que me compré el Deponia Doomsday. Al día siguiente llegó la multa. Para colmo, al parecer hubo una primera notificación cuando estaba en Okinawa. Como nunca recogí la carta, pues nunca llegué a saber que la tenía, con lo que en esos 220 venía incluido un sobrecargo de 20 euros (el 10% de 200) por retrasarme en el pago. Para rematar me vino otra multa del 7 de Enero de un radar movil a la salida de Málaga (el de Av. de Andalucía) por ir en una vía de 50 km/h... a 67 km/h. Desde luego, yo y los radares no nos llevamos bien. Ya que me multan que hubiese sido por ir a 90 km/h o así, no por rebasar el límite en 17 km/h.
Empecé a llevar un regimen estudiantil al que bauticé "Dieta Senegal, nada de comel, nada de cenal". Cuando no como me pongo de mal humor y depresivo, lo cual se reflejó en mi rendimiento en clase y a la hora de afrontar estos últimos exámenes de recuperación, con lo que me han quedado dos.
Para rematar el tomatar, mi vida sentimental es un desastre con patas, además de que tampoco tengo mucho tiempo que dedicarle a este aspecto.
Al menos voy bien con los amigos.
En fin, que como veía que me merecía un ratito sólo para mi pues me decidí hoy a ir al Tiki (triki triki triiiiki, triki mon amour, triki triki triki triiiiii), que es un restaurante Japonés pijo que hay en Torremolinos, ciudad del pijoterío, del dinero, el desfalco, el cachondeo, etc. El sitio está de puta madre. Previamente había llamado al sitio para ver si podía reservar mesa. Me comunicaron que podría sentarme en la barra. Me gusta sentarme en la barra cuando como sushi, me recuerda a Okinawa. Además de que como iba solo pues no me suponía ningún problema o disgusto.
Llego allí y el hombre con el que hablé por teléfono reconoce mimelodiosa erótica tranquilizadora deleznable voz. Me señala la barra.
El sitio está de lujo. Un ambiente chill out muy moderno, con una pecera grande detrás de la barra, una lona exterior de pajas de hojas anejas como las de las sombrillas de playa, unos asientos de madera en la barra muy cómodos, y en general buen ambiente y buen servicio.
Enseguida se acercó a mi una mujer, Alba, que fue la que me atendió. Me estuvo explicando un poco la carta, ya que, irónicamente, no me sé las definiciones de las cosas (no sé distinguir un maki de un uromaki, por ejemplo). Allí en Japón todo era señalar, y en Okinawa Motoshima-san ya sabía cual era mi droguita, así que no me tenía ni que preguntar.
Hice mi elección, 6 piezas de sushi de atún y 6 de salmón. Cuestán un cojón y medio: a 4,40 la pareja de atún y 3,60 la pareja de salmón. No me arrepiento. Aquello estaba de vicio. Antes de que llegasen, Alba me sirvió unas habas que parecían estar cocidas con sal gorda. Las miré largo rato hasta que me dijo "¿No te gustan? ¿Te pongo unos nachos con guacamole?", le contesté que no, que es que nunca las había probado porque en Okinawa me servian la típica sopa de tofu. Ella me animó a comerlas. Me animé a ello porque los nachos con guacamole iban a ser ir de Guatemala a Guatepeor, pues no me gusta el guacamole.
Delicioso. Si me llegan a poner un saco de aquello, un saco que me como yo. Al rato (no mucho rato) vino el sushi. Es lo más aproximado al sushi que probé en Okinawa que he comido aquí en España.
Tras esto me pedí un brownie de la casa que claramente está hecho para comer dos personas, porque creo que me comí más postre que comida en general, pero bueh. Antes de esto me trajeron una especie de chupito de granizado de lima muy refrescante. Todo estaba bueno.
Todo habría sido una degustación de manjares de lo más normal si no hubiese sido por la pareja que había sentada a mi lado en la barra. Definiciones: pijo buenorro y pija pibón del 15 y medio.
Cuando como suelo estar abstraido de la realidad, pues me gusta disfrutar de mi comida, pero de vez en cuando volvía y esuchaba frases como las siguientes.
Al parecer, la chavala había estado en Malí (o Mali, como decimos los españoles gracias a un poco de incultura general y a los anglicismos me comunican por el pinglafillo que está bien dicho tanto Mali como Malí, pero bueh). Le contó al chaval lo siguiente:
- Aquello no está tan mal, todo es muy bonito, los rios, los bosques... es super tranquilo, tío. Y hasta las escuelas son al aire libre. AL AIRE LIBRE.
- Bueno, pero la guerra blablá... el hambre blablá.
- NO NO NO, yo he estado allí y he visto la realidad. Aquello es el paraiso.
Claramente la muchacha no sabe que si la gente da clases en la calle o debajo de cuatro palos con sombrajo no es por gusto, es por falta de edificios dedicados a la enseñanza, pero bueh.
Entretanto, el hombre lanzaba sinuosas fichas que sugerian, de forma sutil, un encuentro amoroso para esta noche.
- Voy al servicio - Dice el caballero.
- Si llega lo tuyo antes que lo mio voy metiéndole mano, jiji...
- Tu me puedes meter mano por donde quieras.
- Ji... ... ... - El hombre se va dejando allí la subliminal semilla del amor.
Termino mi comida. Todo está muy rico. Al pegar la oreja oigo al señor.
- Eso es como cuando te estás masturbando y no te puedes concentrar porque suena "floch, floch, floch" y te da la risa.
- ... (este soy yo).
- ... (esta es la dama).
Saco mi tarjeta de crédito para un cobro raudo y eficaz:
- Perdone, la cuenta.
- ... ... ... ¿QUÉ?
- Errrr, la cuenta.
Creí que había ofendido al Dios del sushi pidiendo saldar mi deuda con mi ignominiosa y paupérrima tarjeta de crédito, como cuando un mendigo se dirijía al shogun sin permiso, pero no. Al poco me trajeron la cuenta (30 euros, nada del otro mundo), y les mostré mi tarjeta para que trajesen el datáfono. Se cobraron y me dieron copia.
Pero soy torpe de nacimiento, y al ir a guardar la tarjeta de nuevo le metí a este señor un codazo en las costillas que si se lo hubiese dado en la cabeza lo habría mandado al hospital en coma por lo menos. Cuando me volví, me jiñé un poco, porque ví en ese momento que el tío era bastante grandote. No sé como no me había fijado antes (tetas).
- ¡Perdón, perdón! - Le dije, quizás expresando más miedo del que pretendía.
- Hola.
- ...
Al terminar la curiosa experiencia gastronómica, volví a mi coche esperando que no se lo hubiese llevado la grua (que no había motivos para ello, pero las experiencias de Córdoba me tienen traumatizado) y volví a mi casa pensando que qué curiosa la gente que se encuentra uno por el mundo cuando va solo.
NaClu2
Solo, sí. Porque algunas veces me hace falta ir solo a los sitios. Estar solo, pensar en mi cosas, hacer lo que me de la gana y como me de la gana, etc. Cuando hago esto, obviamente, no suelo avisar a nadie porque las conversaciones podrian tornarse:
- Voy a ir a "sitio X".
- ¡Yo voy!
- Ej que... no quiero que vengas.
- ¿Por qué?
- Quiero estar solo.
- Y yo quiero ir.
- Conflicto de intereses. Dirimamos este entuerto como caballeros con un duelo a muerte al amanecer con palos y piedras.
- ¡Me pido cuchara!
- Jo... yo quería ese.
Esto es algo que les molestaba mucho a la gente con la que yo solía salir antes de conocer a Hasu y compañía. No comprendían mi necesidad de soledad, de irme a la quinta mierda simplemnete a estar tranquilo, en silencio, mirando la pared o escuchando al de al lado, viendo situaciones que ocurriesen a mi alrededor, o simplemente sintiéndome libre al caminar sin rumbo.
Hoy ha sido uno de esos días. Estaba un tanto triste, ya que mi vida estudiantil se ha complicado un poco. Necesitaba más tiempo para estudiar del que tenía y, al final, todo se fue a la mierda por culpa del estrés, no dormir bien, y no comer.
¿Por qué no comer? Hace un año de la última relación en la que estuve. El último día que fuí a verla fue... fue un día un tanto horrible, tan horrible fue que los ecos de ese día me han perseguido hasta estas últimas semanas, en las que me llegó una multa del ayuntamiento de Córdoba por estacionar en un lugar reservado para minusválidos. Aquel día, por cierto, también se me llevó el coche la grua.
El caso es que esa multa eran 220 euros preciosos, que he tenido que pagar en este momento de dificultad económica. Este último mes (Marzo) había ahorrado un poquillo, así que me compré el Deponia Doomsday. Al día siguiente llegó la multa. Para colmo, al parecer hubo una primera notificación cuando estaba en Okinawa. Como nunca recogí la carta, pues nunca llegué a saber que la tenía, con lo que en esos 220 venía incluido un sobrecargo de 20 euros (el 10% de 200) por retrasarme en el pago. Para rematar me vino otra multa del 7 de Enero de un radar movil a la salida de Málaga (el de Av. de Andalucía) por ir en una vía de 50 km/h... a 67 km/h. Desde luego, yo y los radares no nos llevamos bien. Ya que me multan que hubiese sido por ir a 90 km/h o así, no por rebasar el límite en 17 km/h.
Empecé a llevar un regimen estudiantil al que bauticé "Dieta Senegal, nada de comel, nada de cenal". Cuando no como me pongo de mal humor y depresivo, lo cual se reflejó en mi rendimiento en clase y a la hora de afrontar estos últimos exámenes de recuperación, con lo que me han quedado dos.
Para rematar el tomatar, mi vida sentimental es un desastre con patas, además de que tampoco tengo mucho tiempo que dedicarle a este aspecto.
Al menos voy bien con los amigos.
En fin, que como veía que me merecía un ratito sólo para mi pues me decidí hoy a ir al Tiki (triki triki triiiiki, triki mon amour, triki triki triki triiiiii), que es un restaurante Japonés pijo que hay en Torremolinos, ciudad del pijoterío, del dinero, el desfalco, el cachondeo, etc. El sitio está de puta madre. Previamente había llamado al sitio para ver si podía reservar mesa. Me comunicaron que podría sentarme en la barra. Me gusta sentarme en la barra cuando como sushi, me recuerda a Okinawa. Además de que como iba solo pues no me suponía ningún problema o disgusto.
Llego allí y el hombre con el que hablé por teléfono reconoce mi
El sitio está de lujo. Un ambiente chill out muy moderno, con una pecera grande detrás de la barra, una lona exterior de pajas de hojas anejas como las de las sombrillas de playa, unos asientos de madera en la barra muy cómodos, y en general buen ambiente y buen servicio.
Enseguida se acercó a mi una mujer, Alba, que fue la que me atendió. Me estuvo explicando un poco la carta, ya que, irónicamente, no me sé las definiciones de las cosas (no sé distinguir un maki de un uromaki, por ejemplo). Allí en Japón todo era señalar, y en Okinawa Motoshima-san ya sabía cual era mi droguita, así que no me tenía ni que preguntar.
Hice mi elección, 6 piezas de sushi de atún y 6 de salmón. Cuestán un cojón y medio: a 4,40 la pareja de atún y 3,60 la pareja de salmón. No me arrepiento. Aquello estaba de vicio. Antes de que llegasen, Alba me sirvió unas habas que parecían estar cocidas con sal gorda. Las miré largo rato hasta que me dijo "¿No te gustan? ¿Te pongo unos nachos con guacamole?", le contesté que no, que es que nunca las había probado porque en Okinawa me servian la típica sopa de tofu. Ella me animó a comerlas. Me animé a ello porque los nachos con guacamole iban a ser ir de Guatemala a Guatepeor, pues no me gusta el guacamole.
Delicioso. Si me llegan a poner un saco de aquello, un saco que me como yo. Al rato (no mucho rato) vino el sushi. Es lo más aproximado al sushi que probé en Okinawa que he comido aquí en España.
Tras esto me pedí un brownie de la casa que claramente está hecho para comer dos personas, porque creo que me comí más postre que comida en general, pero bueh. Antes de esto me trajeron una especie de chupito de granizado de lima muy refrescante. Todo estaba bueno.
Todo habría sido una degustación de manjares de lo más normal si no hubiese sido por la pareja que había sentada a mi lado en la barra. Definiciones: pijo buenorro y pija pibón del 15 y medio.
Cuando como suelo estar abstraido de la realidad, pues me gusta disfrutar de mi comida, pero de vez en cuando volvía y esuchaba frases como las siguientes.
Al parecer, la chavala había estado en Malí (
- Aquello no está tan mal, todo es muy bonito, los rios, los bosques... es super tranquilo, tío. Y hasta las escuelas son al aire libre. AL AIRE LIBRE.
- Bueno, pero la guerra blablá... el hambre blablá.
- NO NO NO, yo he estado allí y he visto la realidad. Aquello es el paraiso.
Claramente la muchacha no sabe que si la gente da clases en la calle o debajo de cuatro palos con sombrajo no es por gusto, es por falta de edificios dedicados a la enseñanza, pero bueh.
Entretanto, el hombre lanzaba sinuosas fichas que sugerian, de forma sutil, un encuentro amoroso para esta noche.
- Voy al servicio - Dice el caballero.
- Si llega lo tuyo antes que lo mio voy metiéndole mano, jiji...
- Tu me puedes meter mano por donde quieras.
- Ji... ... ... - El hombre se va dejando allí la subliminal semilla del amor.
Termino mi comida. Todo está muy rico. Al pegar la oreja oigo al señor.
- Eso es como cuando te estás masturbando y no te puedes concentrar porque suena "floch, floch, floch" y te da la risa.
- ... (este soy yo).
- ... (esta es la dama).
Saco mi tarjeta de crédito para un cobro raudo y eficaz:
- Perdone, la cuenta.
- ... ... ... ¿QUÉ?
- Errrr, la cuenta.
Creí que había ofendido al Dios del sushi pidiendo saldar mi deuda con mi ignominiosa y paupérrima tarjeta de crédito, como cuando un mendigo se dirijía al shogun sin permiso, pero no. Al poco me trajeron la cuenta (30 euros, nada del otro mundo), y les mostré mi tarjeta para que trajesen el datáfono. Se cobraron y me dieron copia.
Pero soy torpe de nacimiento, y al ir a guardar la tarjeta de nuevo le metí a este señor un codazo en las costillas que si se lo hubiese dado en la cabeza lo habría mandado al hospital en coma por lo menos. Cuando me volví, me jiñé un poco, porque ví en ese momento que el tío era bastante grandote. No sé como no me había fijado antes (tetas).
- ¡Perdón, perdón! - Le dije, quizás expresando más miedo del que pretendía.
- Hola.
- ...
Al terminar la curiosa experiencia gastronómica, volví a mi coche esperando que no se lo hubiese llevado la grua (que no había motivos para ello, pero las experiencias de Córdoba me tienen traumatizado) y volví a mi casa pensando que qué curiosa la gente que se encuentra uno por el mundo cuando va solo.
NaClu2