05-12-2017, 04:26 PM
(Este mensaje fue modificado por última vez en: 05-12-2017, 06:50 PM por CucuFaiter.)
ANLIUM, pero hoy he recordado una cosa en el curro y, supongo que será de haber dormido entre 10 y 12 horas en lo que va de semana, estuve a punto de romper a llorar.
Me acordé porque uno de los que hay allí tiene como afición un deporte que odio bastante: la caza.
Cuando tenía unos 12 o 13 años (no lo recuerdo muy bien, preadolescencia), yo ya trabajaba en el campo, aunque hacía más bien poco. Mi padre me mandaba un solo trabajo para todo el día, y yo lo hacía con la parsimonia y despreocupación propias de esa edad, parándome de vez en cuando a contemplar algún hormiguero o jugar con algún chorro de agua.
Pues así estaba, poniendole el agua a los granados. Era época de caza ¿Primavera quizás? No lo sé, pero hacía un calor del carajo.
Entonces ví un coche... Era uno de estos todocaminos antiguos, que ni es turismo ni es todoterreno. Muy machacado ya. Yo ya lo había visto muchas veces por allí. Del coche se bajó un hombre que conocía sólo de vistas.
— ¡VENGA, ROCKY!
Abre la puerta de atrás. Del coche baja un perro. Yo conocía a ese perro. El dueño era cazador e iba con él por el carril de vez en cuando. Alguna vez que otra pasaba el portón y venía a saludarme. Me ladraba, me echaba las manos, corría alrededor mía. A mi me gustaba. Me caía bien ese perro. Me hacía reir. Aunque olía mucho peste, para qué nos vamos a engañar.
He dicho Rocky, pero la verdad es que no recuerdo bien su nombre, pero era algo así, un nombre típico de perro.
Del coche bajó el perro, pero no bajó con su típica alegría. Lo hizo con la cabeza bajada, las orejas gachas y el rabo entre las piernas. Allí, entre la linde de el campo de mi vecino y el de al aldo de este, se quedó el perro, de esa postura. Él parecía saber mejor que yo lo que iba a pasar a continuación.
— (¿No lo pensará abandonar?)— Pensé. Ojalá lo hubiese hecho.
El hombre sacó la escopeta y apuntó al perro a la cara. El perro temblaba tanto que no sé como se podía mantener en pie. Luego alzó la cabeza, buscando supongo compasión.
Y su dueño disparó.
El perro que para mi hoy es Rocky, del que no recuerdo su nombre, pero no podré olvidar en mi vida su cara, cayó al suelo a plomo.
Miré al dueño, esperando algo de empatía por su parte. Que dijese "pobrecillo" o al menos lo enterrase. Se montó en su todocamino y se fue rápidamente. Cuando marchaba lo oí reirse.
Aquel día le cogí bastante miedo y asco a todo el que portase una escopeta porque, si podía hacer eso con un perro que le daba amor ¿Qué podría hacer con una persona que no lo hiciese?
Ese episodio en mi vida me afectó bastante y creo que tiene gran parte de culpa de que me den muchas veces más pena los animales que las personas.
Salu2
Me acordé porque uno de los que hay allí tiene como afición un deporte que odio bastante: la caza.
Cuando tenía unos 12 o 13 años (no lo recuerdo muy bien, preadolescencia), yo ya trabajaba en el campo, aunque hacía más bien poco. Mi padre me mandaba un solo trabajo para todo el día, y yo lo hacía con la parsimonia y despreocupación propias de esa edad, parándome de vez en cuando a contemplar algún hormiguero o jugar con algún chorro de agua.
Pues así estaba, poniendole el agua a los granados. Era época de caza ¿Primavera quizás? No lo sé, pero hacía un calor del carajo.
Entonces ví un coche... Era uno de estos todocaminos antiguos, que ni es turismo ni es todoterreno. Muy machacado ya. Yo ya lo había visto muchas veces por allí. Del coche se bajó un hombre que conocía sólo de vistas.
— ¡VENGA, ROCKY!
Abre la puerta de atrás. Del coche baja un perro. Yo conocía a ese perro. El dueño era cazador e iba con él por el carril de vez en cuando. Alguna vez que otra pasaba el portón y venía a saludarme. Me ladraba, me echaba las manos, corría alrededor mía. A mi me gustaba. Me caía bien ese perro. Me hacía reir. Aunque olía mucho peste, para qué nos vamos a engañar.
He dicho Rocky, pero la verdad es que no recuerdo bien su nombre, pero era algo así, un nombre típico de perro.
Del coche bajó el perro, pero no bajó con su típica alegría. Lo hizo con la cabeza bajada, las orejas gachas y el rabo entre las piernas. Allí, entre la linde de el campo de mi vecino y el de al aldo de este, se quedó el perro, de esa postura. Él parecía saber mejor que yo lo que iba a pasar a continuación.
— (¿No lo pensará abandonar?)— Pensé. Ojalá lo hubiese hecho.
El hombre sacó la escopeta y apuntó al perro a la cara. El perro temblaba tanto que no sé como se podía mantener en pie. Luego alzó la cabeza, buscando supongo compasión.
Y su dueño disparó.
El perro que para mi hoy es Rocky, del que no recuerdo su nombre, pero no podré olvidar en mi vida su cara, cayó al suelo a plomo.
Miré al dueño, esperando algo de empatía por su parte. Que dijese "pobrecillo" o al menos lo enterrase. Se montó en su todocamino y se fue rápidamente. Cuando marchaba lo oí reirse.
Aquel día le cogí bastante miedo y asco a todo el que portase una escopeta porque, si podía hacer eso con un perro que le daba amor ¿Qué podría hacer con una persona que no lo hiciese?
Ese episodio en mi vida me afectó bastante y creo que tiene gran parte de culpa de que me den muchas veces más pena los animales que las personas.
Salu2