02-21-2017, 08:42 PM
Bueno, pues se me ha ocurrido esto antes de los exámenes.
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Salchichón mutante.
Amanece un nuevo día en cuidad embutido. Por desgracia, la salida del sol no pone fin a la racha de violencia y delincuencia de la urbe, donde los malechores campan a su anchas.
— ¡AGHHH, socorro, que me violan!
— ¿Pero qué dices, pavo?
Un señor ha pisado un charco y por alguna extraña razón pide auxilio para su ojete en vez de pedir una toalla. Al poco rato una rata le robó los pantalones, pero le dejó la cartera y el DNI. Era por una buena causa. La rata tenía frío. Que aquí los que roban son los malechores, no lo olvidemos.
Así era Ciudad embutido. Una ciudad llena de violencia y confusión. Y de aire también. Puto oxígeno. Está por todas partes.
Y del oxígeno se estaba quejando nuestro héroe. Un apuesto macho omega que... Espera ¿Que omega es la última letra del abecedario griego? Bueno, ha habido una confusión. Es que así es Ciudad EMbutido, ya tu sabeh.
Nuestro héroe, un deleznable macho omega, capaz de hacer vomitar a una cabra con su horripilante cara, de provocarle cagaleras a una piedra con su mirada, de abrir una investigación científica para que vayan en busca de su minúsculo pene, de...
— Bueno, ¡Ya está bien, ¿no?!
Errrr, dirime usted, caballero.
Como decía, nuestro héroe se dirigía como cada mañana a su puesto de trabajo que...
— Estoy parado.
Bueno, o te preocupes, seguro que es temporal y...
— No tengo estudios ni he trabajado nunca.
Joder, macho, me lo pones difícil.
— Es lo que hay. Apáñatelas como puedas. Sin embargo tengo buenas noticias: voy a hacer un entrevitsa de trabajo en la fábrica de embutidos.
¡Buenas noticias, pues!
Y así se dirige nuestro héroe, montado en su fiel Porshe S Carrera...
— Es un Ford Ascona.
PERO QUE TE CALLES.
Bueno, que así se dirije nuestro héroe a su primera entrevista de trabajo. la primera en su vida. Espero que los de recursos humanos sean capaces de aguantar tan horripilante visión.
Tras un buen rato de camino, en el que nuestro héroe a atropellado tan sólo a dos viejecitas (ojalá pudiese decir lo mismo de los cachorritos de corgui), aquí... errr... ¿Cómo te llamabas?
— Manolo.
Entiendo. Muy de super héroe.
— Pero mis amigos me llaman Manu.
¿Pero tienes amigos?
— ...
PUES NO INTERRUMPAS.
Como decía, nuestro héroe, Manolo, ha llegado por fin a la entrevista de trabajo. La entrevista es en "Salchichones y demás embutidos no cancerígenos S.A.", la empresa mñas importante de Ciudad Embutido.
Manolo aparca su coche en la puerta. Todo un logro, porque para llegar a la oficina central hay un paseo y ha tenido que romper las barras de hierro que separaban el paseo del resto del asfalto. Además que para llegar a la puerta había unos escalones de mármol de la hostia, pero a él se la sopla y ha aparcado allí. Total, ¿Qué vana hacer, multarle? No se ve un triste policía en Ciudad Embutido desde que los invitaron a todos a ese banquete en la empresa de Salchichones y al día siguiente sacaron unos salchichones 3x1 con un extraño regustejo a justicia y balas.
AL entrar en la puerta, lo recibe Conchi, la secretaria.
— Hola, señor, ¿en qué puedo ayudarlJODER QUE COSA TAN FEA, BUAREHGHHHHHHHHHHHHH!!!— Vomitó la secretaria.
A los 30 minutos de vomitonas, la secretaria desfalleció, pero en su último suspiro, antes de reunirse con el resto de su familia, la cual había muerto en un accidente de tráfico hace unos años, pudo reunir fuerzas para nadar entre su vómito hasta el telefonillo, descolgarlo y decir...
— Ha llegad... BUARRGHHH, ha llegado un... un... ser BUAAAAAAARGHHH, para la entrevista de trabajBURRRGGGGGGHHHHH... ... ... ... ¡SUBIDME EL SUELDO! Agh...
Y se fué, a reencontrarse con su madre, Imanola; su padre, Jacobo; y su perro, "Cañón de positrones volador con gafitas". Le puso ese nombre porque "polla con ojos" al parecer era muy obsceno para ser un nombre que pone una niña de 5 años a su perro. Pero es que vaya pollón tenía el perro. No como nuestro protagonista. En fin...
Manolo, en el vestíbulo, había observado toda la escena. La imagen de una señora vomitando hasta morir, sin embargo, no lo perturbó. No era la primera vez que le pasaba.
Al fondo del vestíbulo se encontraba y luengo pasillo. Creyó que la entrevista era por ahí. ¿Por qué Manolo había decidido trabajar tras tanto tiempo? Nunca había trabajado. No le gustaba. Pero había un motivo. Un motivo de peso. Manolo... era huérfano. Bueno, en realidad no. Su madre lo abandonó en una cuneta cuándo él era pequeño. Concretamente cuando tenía cinco segundos de vida. Y ni siquiera paró el coche. Y era autopista. Y ello tenían un Bugatti Veyron. E iban al tope. Para colmo se dió contra un señal. De canto. Este trauma tuvo ventajas y desventajar para Manolo:
- Ventajas: Quedó más guapo y más listo.
- Desventajas: Se quedó solo.
Pero a él no le importaba. Había aprendido a tomar la iniciativa en su vida. Si nadie iba a ayudarle, mejor hacerlo él por su cuenta. Como cuando quiso perder la virgindad. ya que ninguna se ofrecía hizo lo que todo ser humano normal hubiera hecho: pajas. Muchas. Demasiadas quizás. O al menos eso creía él que hacía cuando se frotaba con el pulgar el hueco donde debería estar su pene.
Bueno ¿Por dónde iba? Ah, sí. Señor Manolo, con iniciativa, avanza por el pasillo que cree que da a la sala de conferencias donde tendría lugar la entrevista de trabajo. En vez de eso...
Un señor vendado sale a su encuentro.
— ¿Es usted aquel al que llaman Manolo, al cuál le quedan cortas las más horripilantes y deleznables descripciones, al que los insultos sólo le resultan una breve descripción de la superficie de su ser?
— Joer, pues sí que he ganado títulos nobiliarios. Pues sí, soy yo.
— Soy el dueño de esta empresa. Por favor, venga conmigo.
El señor, a tientas, lo llevó a través del pasillo. Pasaron la sala de conferencias.
— Oiga ¿No es aquí?
— Aquí es donde están los fracasados. Donde están aquellos que aspiran a un trabajo mediocre, con un sueldo mediocre, para luego soñar con comprar cosas caras, que están más allá de sus posibilidades. No, nosotros no vamos aquí. Su destino no es este, señor Manolo. Su destino está por encima de el de toda esta gente. Usted estará por encima de ellos. Estará a la altura de los Dioses. Quizás se convierta en uno de ellos. Un Dios que velará por la seguridad de nuestra empresa y, posiblemente, de nuestra ciudad.
— ...
— ¿Ha escuchado algo de lo...?
— Perdonde ¿Decía algo? Es que me he quedado mirando fotos de tetas feministas en Twitter.
— Deleznable.
Llegaron a una sala. La habitación se encontraba casi en la completa oscuridad, tan sólo iluminada por breves destellos rojos. Luces de emergencia al pie de lo que parecían... máquinas.
Las luces se encendieron. La sala estaba llena de complejos mecanismos que Manolo no supo interpretar para qué eran.
— ¿Qué es este sitio?— Preguntó Manolo, con curiosidad.
— Es... LA SALA DE T...
— Mira, me importa una mierda. Si voy a cobrar mejor que sea cuanto antes mejor lo que sea que vaya a hacer aquí.
— Muy bien. GUARDIAS, PRENDEDLE.
— ¡Ni de coña me vais a meter fuego!
— Prended de que te metan fuego no, prended de... bueno, en fin, que te van a atrapar.
— Hace mucho que nadie me toca. No opondré resistencia.
— Ah.
— De hecho puede que hasta me corra un poquito.
— Asqueroso.
Enseguida los guardias dispararon dardos tranquilizantes. Nadie quiso tocarlo. Los hombres más rudos del ejército fueron los únicos que se atrevieron a posar la vista sobre semejante engendro para, durante unos segundos, poder apuntar con su arma al objetivo... y quedar ciegos para siempre. No obstante, la operación se mantendrá en secreto y el gobierno le echará la culpa de su condición a las pajas, negando todo lo ocurrido.
Manolo despertó en medio de un tanque de agua, conectado a un tubo respirador. El señor de la venda ya no la tenía puesta.
— Le hemos dado la vuelta al cristal de la cámara en la que estás encerrado. Tu puedes verme, pero yo a ti no. Como ves, estás flotando en agua. En realidad no es tal. Se trata de un compuesto especial que servirá como catalizador para las reacciones que se van a producir dentro de poco en tu genoma. Ojalá puedieses llegar a interrumpirme, pero me temo que con esos tubos hasta la garganta no vas a poder decir nada. Y tenías razón: cuando los estábamos metiendo, te corriste un poquito.
El señor dió para abajo a una palanca. la luz del complejor pareció irse. Manolo sintió como sus pulmones se echarcaba de algo que llegaba por el tubo. El agua se electrificaba y le daba descargas por todo el cuerpo. El calor y la presión aumentaron hasta que sintió arder sus oidos y su piel.
— (Como en 50 sombras de Grey. Mola) — Pensó Manolo antes de perder el conocimiento. Y luego se corrió otro poquito.
Y llegó la oscuridad.
A Manolo lo despertó un ruido. Era un rudio rítmico. Uniforme. Homogéneo. Como un pitar. De hecho, era un pitido. Concrétamente de una máquina que medía su frecuencia cardíaca. A Manolo le sorprendió haber reconocido el cacharro ese. Nunca lo había visto, sin embargo, supo interpretar lo que sus ojos veía de manera coherente e interpretar la gráfica que dibujaban sus latidos. Era... extraño. Aunque aun más extraño fue lo que le ocurrió a continuación.
— ¿Cómo se encuentra?— Una enfermera rubia, de imponentes pechos y gruesos labios, se le dirigió con una amplia sonrisa que mostraba sincera preocupación por su estado.
— Esto... ¿Bien?— Manolo no sabía qué constestar. Nunca le había preguntado por su estado.
— ¡Jajajá!— La enfermera interpretó su confusión como una broma y le rió la gracia. Manolo lo flipaba. Pensó que se iba a correr un poquito, pero no lo hizo.
— Un momento...— Manolo se concentró en su zona pélvica. Algo había cambiado.
— ¿Sí?
— Mi polla. Es inmesa.
— Sí. Sí que lo es— La enfermera le guiño el ojo.— Espero que se recupere pronto y podamos darle algún uso interesante.
Y se fué, bamboleando su perfecto culo.
— Jo. Der.
Manolo había sufrido más cambios. Tocó su pecho, duro como una piedra. Debajo del batín pudo adivinar abdominales. Y más abajo... pudo adivinar un luengo pene tapiresco.
— Qué cojones me ha pasado.
Cogió un espejo que había en la mesita. Se miró.
— La virjen de las gambas agridulces ¡SOY HERMOSO!
En ese momento, llegó el señor de la venda en los ojos. Esta vez sin vendas.
— ¿Cómo se encuentra, Manolo?
— ¿Qué cojones me habéis hecho?
— Hemos reestructurado su ADN, Manolo. Necesitábamos a alguien capaz de soportar todo el proceso al que se vió sometido. Lo habíamos intentado con los soldados más fuertes del mundo, pero ni uno consiguió aguantar. Creimos que una persona fuertemente acostumbrada al rechazo y al dolor como usted lo conseguiría. No nos equivocamos. Le hemos hecho más listo. Más fuerte. Mejor. Todo por un bien común. Y quien dice común dice privado. Será segurata en nuestra empresa, Manolo.
— ¿Segurata?
— Sí. Aunque... el proceso a dado lugar a efectos inesperados.
— ¿Cuales?
— Al usar plutonio para la lisis celular, ha quedado usted estéril. También es ligeramente radioactivo. Y... bueno, sus músuculos son células salchichonianas. Quiere decir que si alguien se abalanzase sobre usted y se lo comiese estaría riconudo.
— La hostia. Ahora puedo follar sin preñar señoras, y encima tengo músculos y pene para poder ligar sin tener que pensar demasiado. Y en el caso de que tuviese que hacerlo, tengo cerebro para ello ¡Y mi polla sabe a salchichón del bueno!
— Errr... ¿Sólo le ha importado eso de todo lo que le he dicho? Por cierto... a partir de ahora ya no será llamado Manolo. Se le llamará por su nombre en clave.
— ¿Y cuál es?
Y así, el soldado "Salchichón Radiactivo", entró al servicio de la empresa "Salchichones y demás embutidos no cancerígenos S.A." con efecto inmediato.
Pasaron los meses. A Salchichón Radiactivo no se le dejaba salir de allí. Desarrolló un nuevo estilo de lucha, gracias al entranamiento al que fué sometido. Luchaba con su luengo pene. A las dos semanas de entrar allí, ya había neutralizado 17 amenazas distintas, bien amputándoles miembros, estrángulándolos, o rompiéndoles el ojete hasta la altura de los hombros. Todo con la ayuda de su nuevo y poderoso miembro. La gente dejó paulatinamente de intentar asalatar las oficinas... y Salchión Radiactivo comenzó a aburrise.
— Me hace falta acción de la buena. Mi miembro no puede estarse quieto. Necesito romper un par de espaldas a base de tremendos pollazos. De dejar ciegas a unas cuantes personas con mi lechazo mortal. De batear balazos con mi tremendo perfil de venas señaladas. Iré a hablar con el jefe.
El jefe, el señor García Marcano, antes conocido como "el señor de la venda", era un hombre bastante mayor, pero con una viva avarcia. Quería todo de todos. Por eso fundó la empresa del salchichón. A todo el mundo le gusta el embutido. Vuelve sílfides gimnastas en bolas de sebo, vegetarianos en carnívoros y dietistas en clientes habituales. Era la empresa perfecta para hacerse con todo el dinero y el poder en Ciudad Embutido.
— Señor Marcano.
— ¡Oh, Salchichón! Pasa, pasa. Justo ahora iba a abrir esta botella de amontillado, cosecha del precámbrico ¿Quieres?
— Ah, pues mira, sí.
— ¡Pues cómprate una!
— Estooo... señor, mire. Tengo una serie de inquietudes.
— Suéltalas.
— Sñor, mi pene necesita acción.
— ¿Quieres más mujeres? Puedo secuestrar más, si quieres. Pero te advierto que ya a los forenses le empiezan a parecer raro tantos cadáveres sonrientes con las caderas destrozadas y con su cigarrito.
— No es eso... Señor. Quiero salir de aquñi. Ver el mundo exterior. Y que el mundo exterior me vea como soy yo ahora.
— Ahoras eres un proyecto secreto de esta empresa. No puedes salir al mundo exterior ni que te vean. Anda, déjate de polladas y vuelve atu puesto de trabajo.
Y así Salchichón Radiactivo volvió a sus quehaceres de segurata. Todo transcurría de manera normal, hasta que una noche... oyó algo.
— ...orro! ¡So...!
— ¿Hum? Parece que algo suena en la calle.
— ¡...uda!
— Pegaré más mi super oido, a ver si oigo qué dice.
— ¡Qué me pica el potorro! ¡Solo ansió una buen macho de entrepierna polluda!
— ¡Oh, esa mujer necesita mi ayuda!
Así, el Salchichón mutante se puso en marcha. Escaló las verjas de la fábrica y salió en busca de donde sonaban las voces. Recorrió toda la calle hasta llegar a la fuente del sonido. Y era... un señor.
— Mirad, ya ha caido.— Otros señores acudieron. Al encuentro de esto. Rodearon rápidamente a nuestro protagonista. Sacaron las navajas.
— Parece que la táctica de gritar como una nena buscando pene funciona bastante bien. Pareces de pasta, muchacho. Siempre suelen acudir los frikis desesperados que están forrados. Ahora sé bueno y danos la cartera y los riñones.
— ¿No hay mujer en apuros?
— Creí que era bastante evidente. No, no la hay, ahora danos la...
— ¡AAARRRRRRRRRRRRRRGHHHHHHHHHHHHHHHH!
La ira de Salchichón Radiactivo estalló. Su pene rompió sus reforzados pantalones y repartió venganza entre los delicuentes que lo rodeaban. El primero se llevó un pollazo en la frente, hudiéndosela. El segundo fue atraveado por esta, mientras huía. El tercero tropezó y calló en pompetas. Fue brutalmente empalado. El cuarto quiso atacar, pero al clavar la navaja en la piel del miembro vió horrorizado como no la atravesaba, para luego ver un gigantesco glande taladrando su garganta. El quinto suplicó por su vida y su virginidad anal, pero la clemencia no le fue concedida.
Nuestro amigo Salchichón Mutante, conocido antes como Manolo, se quedó por unos instantes un poco sorprendido de su matanza. Admiraba los boquetes y contusiones provocados en sus enemigos, ahora cubiertos de líquido seminal y sangre.
— No pasa nada...— Se dijo.— Sólo he combatido a los malos. Como siempre.
Entonces se giró y... allí estaba. Una joven muchacha observaba asustada la escena.
— Ah, testigos. No te preocupes mujer, no pretendía...
Y la mujer huyó.
Salchichón Mutante volvió dentro de la fábrica, a hacer su ronda. De repente, se encontró con el señor Marcano.
— Salchichón Mutante ¿Qué ocurre muchacho? Se te ve serio. Por cierto ¿De qué es esa sangre? Mis cámaras no han revelado ningún asalto del perímetro.
— Yo... he salido.
— ¿QUÉ?
— He salido fuera.
— ¡Sabes que no puedes salir! ¡Lo tienes prohibido por contrato!
— Pero yo... la chica... los gritos...
— Sí, sí. Contigo siempre hay una chica y gritos, ¡pero eso no te excusa para salir fuera! Estarás recluido en la celda 427 dos días.
— Pero...
— ¡Sin peros! Anda, obdéceme. Como haces siempre. Y recuerdas que eres mi putita. Tu pene y tus poderes... me pertenecen.
Y así Salchichón radiactivo se autoencerró en la celda 427, de máxima seguridad, durante dos días. En esos dos días no pudo para de pensar en lo que había sucedido fuera. Lo fácil que fue salir, burlar la seguridad, derrotar a los malos... y la cara de susto de aquella chica.
Cuando era feo nadie le miraba con miedo. Las miradas siempre eran de burla o de asco. Había visto esa mirada de terror antes en sus enemigos, pero nunca... en una persona inocente. No le había gustado. Quería que todo el mundo le volviese a mirar como antes. Lo prefería antes que esa mirada de miedo, por eso, los siguientes días, puso en marcha un plan para volver a ser tan feo como antes. Bueno... una serie de planes.
PLAN #1: Ácido.
En el almacén tenía ácido fosfórico para darle regustejo a los salchichones. Se lo echó por encima. La ropa se le quemó al instante y a él... no le pasó nada. Una operario le vió y acabaron follando y ella muerta por quemaduras con productos químicos en el chimichurri.
PLAN #2: Sierras.
La máquina de envasado tenía cuchillas bastante afiladas. Metió la cara debajo. La máquina lo picoteó todo, pero solo destrozó el traje. Al rato salió de la máquina, con la ropa toda rasgada. Una operario le vió y acabarom follando y ella muerta por cortes producidos por trozos de cuchilla en el chimichurri.
PLAN #3: Envejecer.
— ...
— ¿Qué haces, Salchichón Mutante?
— Aquí, esperando a que el tiempo derrote mi tersa y fina piel, a que el futuro derrote mi juventud, a que la muerte venga a soplar su frío aliento en la nuca de mi pene.
— Oh...
Y así acabaron follando y ella muerta por sobredosis de lírica de mierda. En el chimichurri.
Ningún plan funcionaba. Hasta que un día, haciendo guardia.
— Soooy salchichón mutanteeeeee, y hago mi rutina de paseoooo, siempre vigilanteeeeee.
— FIUUUU.
— Oh, un silibino silvido. Parece como el típico de cuando te echan un piropo, pero con una clara intención subyacente de llamar mi atención con complicidad hacia un sitio discreto.
Efectivamente, tras una columna, estaba la mujer de los otros días. Salchichón Mutante fue a su encuentro.
— Hola, guapa
— Déjate de piropos y escucha. Me ha costado mucho infiltrarme. Soy de un grupo especial que trabaja fuera de la fábrica contra el mal absoluto. Debes leer esto.— Le entrega una nota.
— Ah, la clásica carta de amor, los más bellos pensamientos hechos poesias para tratar en vano de expresar un profundo sentimiento de ganas de...
— ¡QUE NO, JODER! Léelo, y asegúrate de que nadie más lo vea. Destruye la carta al terminar.
Y así la chavala se fue, saltando las vallas con asombrosa agilidad. Salchichón Mutante se fijó en que sus mallas dejaban entrever una bonita vista de lo que había debajo de ellas.
— NAIS. Ahora, a leer.
Hola, Salchichón mutante.
Somos el grupo "Veganas con ganas". Tenemos pruebas fehacientes de que la ola de crímenes que azota ciudad embutido es obra de García MArcano, el empresario más poderoso de la ciudad, el cuál contrata ladrones y maleantes para desvalijar a los pobres. También usa sustancias dopantes y adictivas en sus salchichones, para que la gente no pueda vivir sin sus embutidos ¡Y tú eres su cómplice! ¿Eres de los buenos o eres de los malos, Salchichón? Únete a nosotros y derrota a tu jefe. Si la respuesta es "sí", reúnete con nuestro grupo en la calle de la Mortadela número 314. Y que nadie te vea.
Besis y abracis, "Veganas con ganas" XOXO.
PD: Para xoxo el que se me marca con los leggins estos. Joder, qué buena que estoy. Ojalá un cinturón de esos con polla para follarte a ti misma.
— Hum... interesante.
Las noches de Salchichón Mutante últimamente carecían de acción, así que se dispuso a salir. Pero no orque le interesase ayudar. Sólo quería ver esos leggins.
Así fue en su busca. Al salir, Salchichón todavía recordaba un poco del mundo exterior pero... no lo recordaba así ¿Cuánto había pasado desde que entró al serivicio del señor Marcano? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años? Por el aspecto que tenía el exterior, parecían haber pasado siglos. Todo era una ruina enorme. Coches ardiendo, bloques de piso sin cristales y con pintadas (algunos derruidos, bloqueando calles), basura y escombros por todos lados, así como un fuerte olor a... muerte.
En la calle no había nadie en ese momento. No se encontró con ni un alma durante su paseo, y eso que era casi medianoche. Llegó finalmente al sitio de la dirección. Pensó en llamar a la puerta pero... no había. Entró.
— ¿Hola?
Dentro todo era escombros y suciedad. No había señales de que hubiese nadie más allí, salvo por una pequeña fogata en el piso 1. Al caminar oyó un ruido, se dió la vuelta mientras se bajaba la bragueta, para encontrarse con un señor blanco como la leche apuntándole con una ballesta. Era muy anciano y le falta un ojo. También llevaba un moicano y una gabardina desabrochada. No llevaba nada más. Por desgracia.
— Quieto, guapito, si no quieres que te abra otro ojete en el capullo.
Salchichón Radiactivo no se asustó, ese hombre no suponía ninguna amenaza para él. Y su fea cara y maneras tampoco le bajaba la erección. En su día había llegado a hacerse pajas mirándose el espejo. Podría sacarse jugo mirando un catálogo e Bricomanía si quisiese.
— Déjalo, "Constantuerto".— Era la chica.— Perdónale. Últimamente vivimos bajo mucha presión, y hace muchos años que no tenemos puertas. Ven, te presentaré al resto del equipo. Y guárdate la churra, aquí no la vas a necesitar.
Salchichón Radiactivo se siente decepcionado.
Lo llevaron hasta el piso de más arriba, el 7mo, donde la chica le presentó al resto del equipo.
— A ver... el viejo ya lo conoces, Constantuerto, nuestro mejor tirador. Aquel de las gafas y pinta de empollón es Claudio, nuestro hacker. La gorda se llama Fátima, que la que tanquea al resto del equipo. Por último tienes a Godofredo, el alto delgado ese que mira sin decir nada. No sabemos qué hace. Nosotros lo solemos usar de cebo.
— Interesante.
— ¿Sabes por qué estás aquí?
— En la carta ponía algo de que estabas muy buena, señorita...
— Analfabética. Aunque mis amigos me llaman Anal. Mi equipo favorito es el Betis y como te metas con él te rajo con mi podera garra rajadora.
— Entiendo.
— Bien, te pongo en situación. Llevamos muchos años luchando contra el mal y la corrupción extendidas por todo el territorio de ciudad embutido por el señor Marcano desde su fábrica. El Señor Marcano dirige todos los negocios oscuros de la ciudad, desde prostíbulos hasta casinos, pasando por negocios de drogas y asosiaciones de madres y padres. Sí, no suenan muy malvadas, pero deberías acudir a una algún día. En fin, que todas las pistas apuntan hacia él. hemos intentado combatirlo, pero todos nuestros hombres han sido abatidos uno por uno.
— ¿Cómo?
— Por tu culpa.
— ¿Mi culpa?
— Sí, eres el bastión inexpugnable que nos supone la barrera mortal entre nosotros y el señor Marcano. Cuando el señor Marcano te creó hace 15 años nosotros...
— Espera... ¿Cuánto has dicho?
— 15 años.
— Pero... no puede ser. Yo tengo contrato de dos años y nunca he renovado.
— No lo entiendes ¿verdad? El señor Marcano, cuando ves que empiezas a tener un poco de libre albedrío, que ansias la libertad, te borra la memoria. Dime ¿Hace cuanto no te envía a la celda 600?
— ¿La 600? No tenemos celda 600.
— Oh, si la tenéis. Lo que pasa es que nunca te acuerdas de que está ahí, porque siempre te borra la memoria.
— Pero... ¡Eso es imposible!
— Eso dijiste la última vez.
— ¿La última vez?
— Sí.
— No... no es verdad. El señor Marcano... ¡Ha sido como un padre para mi! Jamás me haría daño, y mucho menos me ocultaría cosas de nuestra empresa. Estais mintiendo ¡Mentirosos!— Su pene empezó a revolverse.
— Cree lo que quieras, Salchichón. La auténtica verdad es que no es la primera vez que tenemos esta conversación. Dime, Salchichón ¿No te resulta raro que el señor Marcano haya envejecido tanto en solo dos años?
— Es que bebe mucho.
— ¿Y no te parece raro que la ciudad esté tan devastada?
— Se ve que el servicio de recogida de basuras no funciona bien.
— ¿Y no te resulta raro que el árbol de la entrada haya crecido tanto?
— Está bien regado.
— ¿Y no...?
— ¡BASTAAAA!— El pene de Salchichón radiactivo se alarga y coge a Godofredo, el cuál permanece impasivo.
— Tsk, suertudo...— Dice Fátima.
Todos le apuntan con sus armas sabiendo que no tienen nada que hacer contra ese pene. Salchichón Mutante se lleva la mano a la cabeza y suelta al señor, el cuál sigue impasivo. Huye y salta por la ventana.
— JODER QUE NO EM ACORDABA QUE ERA UN SEPTIMOOOooooo... [puf]
Todos se asoman.
— No os preocupeis. Ese hombre es de acero. Ya recordará... y volverá a nosotros.
— ¡La otra vez dijiste igual, Analfabética, y mira lo que pasó!— Dice Constanturto.
— Será distinto esta vez.
— ¿Qué te hace pensar eso?
— Que ahora... tengo más tetas.
Salchichón volvió a la fábrica. Ya casi estaba amaneciendo. Se acostó en su cama. Faltaba aún un par de horas para que comenzase el turno de día. Le eran suficientes.
Cuando abrió su habitación, se encontró con una sorpresa.
— Hola, Salchichón.
— ¿Marcano? ¿Qué hace usted aquí?
— Vine a encargarte una importante tarea, pero ví que no estabas, me preocupé y me quedé esperando.
— (Qué bueno es conmigo el señor Marcano ¿Cómo va a ser el un mafioso que tiene a todo el mundo manipulado? ¿Cómo va a borrarme la mente?)— Pensó.— Muy bien, señor ¿De qué se trata?
— Se trata de esta máquina.— Marcano le quitó un paño a un bulto que, por alguna extraña razón, Salchichón no había visto antes.— Deberás guardarla toda esta noche. Es un modelo experimental de hacedor de salchichones. Creemos que podría acabar con el hambre del mundo. Sabes, todo el mundo quiere un buen salchichón que llevarse a la boca.
— Entiendo. Cuente conmigo, señor Marcano.
— Bien. Espero que descanses. Buenas noches, Salchichón.
— Buenas noches, señor Marcano.
— Ánimo, muchacho. Si lo haces bien mañana tendrás el día libre. Y podrás salir fuera si quieres.
— ¿EN SERIOOO? Muchas gracias, señor Marcano, señor.
El señor Marcano se fué por fin y Salchichón se acostó en su cama y durmió profndamente, pensando en los sitios a los que iría por la mañana, ahora como un hombre libre. Aunque viendo el estado en el que se encontraban los edificios exteriores tampoco había mucho a donde ir, pero ya se le ocurriría algo.
Sin embargo... al rato, un pensamiento fugaz cruzó su mente. La chavala, Analfabética. Su culo despampanante, su escote de infarto, su pelazo que te cagas... buafff, necesitaab hacerse una gayufla. Total, sería sólo un par de horas y podría seguir durmiendo. Se levantó.
La máquina, aun tapada por el paño, estaba haciendo un extraño rudio. Además emitía una especie de luces. Salchichón le quitó el paño y se puso a investigarla.
— Quizás le he dado una patada mientras dormía y la he puesto en marcha. A ver qué le ocurre.
Inspeccionaba la máquina, cuando de repente vió una inscripción.
— [Desmemorizador salchichoniano 3000. Usar sólo en la celda 600]
— ¿Celda 600? Pero si se supone que no existía ¿Y por qué me han puesto a guardar esto?— Pensó en todo lo que le había dicho Analfabética.— No... puede... ser...
Quiso salir de su celda, pero la puerta estaba cerrada. El ruido de la máquina cada vez era más intenso. Empezó a aporrear la puerta llamando a nadie en particular, esperando que alguien le abriese. Quería informar de un problema en la máquina desmemorizadora que había en su habitación... habitación 009.
— Un momento... 009...— Y le dió la vuelta al cartelito de su habitación. 600.— ¡JODER, MIERDA, TODO ERA VERDAD. ABRID LA PUTA PUERTA!
Empezó a aporrearla cada vez más fuerte, nadie le abría. La máquina empezó a emitir cada vez unos destellos más grandes y un ruido más intenso. Salchichón intento romperla... pero sólo consiguió romper las luces más exteriores. La máquina era increiblemente resistente. Intento arrancar los cables, pero no tenía a la vista. La máquina emanaba un humo que lo adormecía, no podía pensar con claridad... estaba como confuso. Entonces, recordó las tetazas y el culamen de Analfabética. Se abalanzó contra la puerta y rompió los goznes, cayendo al suelo con un estrepitoso estruendo. Salió de la celda y comenzó a correr. No sabía para donde, pero sabñia que tenia que huir de allí cuanto antes.
El sitio que creyó su casa resultó que era su carcel.
Los otros seguratas no estaban allí para proteger el recinto. Estaban para retenerlo a él. Todo tenía sentido.
Los hombre de Marcano abrían fuego. Salchichón huía, cubriéndose como podía, de los molestos picotazos que suponian las balas. Le lanzaban gases lacrimógenos y anestésicos. Huía a través de máquinas como podía. De fondo escuchó la voz de Marcano:
— ¡Atrapadle, no dejéis que escape!
— (¿Por qué, Marcano?)— Pensaba mientras huía.
No le costó mucho saltar la valla. Por alguna razón, a pesar de que se había acostado amaneciendo, era ya otra vez d enoche. La máquina lo había mantenido en estado de sueño hasta que estuviese listo. Sólo las curvas de Analfabética habian logrado despertarle.
Y así se escabulló, en medio de la noche.
— ¿Qué hacemos, señor Marcano?— Preguntó un soldado.
— Esperar. Ya volverá. Supongo que querrá respuestas... y venganza.
Mientras tanto, en el cuartel de "Veganas con ganas".
— Ya ha empezado.— Dijo Analfabética.— Preparaos a recibir a nuestro mejor soldado.
Al rato llegó Salchichón. No supo por qué se dirijió allí. Quizás es que no sabía de otro sitio a dónde ir, ahora que la casa de sus padres era un páramo. Bueno... en realidad si lo sabía. Quería disfrutar esas curvas una vez más. Llegó confuso y algo mareado. Allí estaba todo el grupo.
— ¿Dónde está ella?— Preguntó salchichón.
— Estoy aquí, amor mío.
— ¡Tu no, puta gorda!— Fátima se va llorando.— ¿Dónde está Analfabética?
— ¡Estoy aquí!
Apareció pro la puerta con su armadura de combate.
— Descansa, guerrero. Mañana será un dia ajetreado.
Lo tumbaron como pudieron en una cama blandita. Bueno, en realidad era la tabla donde dormía Godofredo. Con Godofredo debajo. Por eso estaba tan blandita, supongo.
Amanece. Salchichón Mutante estaba aun un poco confuso. La noche anterior... el que creyó su padre realmente lo drogaba para borrarle la memoria. Había sido esclavo durante 15 años, y durante 15 años no se había dado cuenta. O quizás sí y ya no lo recuerda. De repente, oye una voz:
— Buenos días.
— ¿Qué? ¿Quién habla?
— Soy yo, Godofredo.
— ¿Qué? ¿Dónde te encuentras? (Así que esta es su habilidad especial: ser indetectable para el enemigo. Menudo crack. Seguro que es un gran espia)
— Estoy debajo. No hablaría, pero creo que una costilla me ha perforado un pulmón. Y molesta.
Salchichón se levantó. Tenía muchas preguntas.
— Creo que la primera y más importante es... ¿Por quñe estais tan pálidos todos?
— Somos veganos. Nos alimentamos exclusivamente de verduras, como tomates, nabos, ratas...
— Las ratas no son verdura.
— CUando hay hambre sí ¿Más preguntas?
— ¿Vosotros sabíais de lo que me pasaba?
— Sí, la verdad es que sí. Has estado aquí mas veces.
— ¿Cuántas?
— Siete. Seis de ellas como amigo... y una...
— ¿Cómo me obligábais a salir?
— Siempre acababas saliendo. Cuando no escuchabas una voz de auxilio, perseguias una mariposa, y cuando no ibas detrás de unas tetas.
— ¿Qué pasó la vez que no vine como amigo?
— Marcano encontró nuestra base. Te envió diciéndote que eramos peligrosos para la empresa. En el último momento, cuando nos tenías a todos atrapados, uno de nosotros hizo un sacrifio y pudimos escapar.
— ¿He lastimado a algien inocente? ¿Quién era?
— ... Mi hermana. Ella se te ofreció y tu... no pudiste negarte. Pero ella era virgen. No pudo soportarlo.
— ...
— ...
— ...
— ¿Qué silencio tan incómodo, no? Debería haberme tirado un cuesco o algo para romperlo. Bueno, si pudiese. Tengo un sistema digestivo perfecto. Hace casi un año que no me tiro un cuesco. Bueno... 15 en realidad.
En ese momento, como un torbellino, entró por la puerta el resto del equipo.
— Malas noticias. Los hombres de Marcano se dirijen hacia aquí.— Dijo Anal.— Tenemos que irnos.
— ¿Qué? ¿Cómo lo han averiguado?— Preguntó Godofredo.
— Creo... que tenemos un topo en el grupo. Y no quiero mirar a nadie. ¿Verdad, Godofredo? A nadie. COF, COF, TOPO, COF... Ain, que me ha dado la tos.
— ¿Me acusas de ser un topo? Me he tirado toda la noche debajo de este hombre. Y no pasándomelo bien, precisamente.
— Chicos, dejad de discutir. Vámonos antes de que sea tarde.— Dijo Claudio.
— [WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO]— Suena una sirena por toda la ciudad.
— Demasiado tarde. Ya han llegado.— Dijo Anal.
— ¿Porqué anuncian su llegada con estruendosas sirenas en vez de llegar sigilosamente y sorprendernos a todos?
A Salchichón ya se le ha pasado la morriña y la culpa. Llegaba la hora de lo que a él mejor se le daba: repartir pollazos a distro y siniestro. Dispuso un plan de ataque:
— Bien, escuchadme mierdecillas. Probablemente creais que de rechazar a estos tipos sepais vosotros más que yo, pero yo he comido con ellos, he matado con ellos, he cagado con ellos... así que a partir de ahora voy a ser yo el que de las órdenes si quereis salir vivios. Al primero que me deseobedezca, pollazo en la frente y va a tener que buscar la cabeza en el COngo ¿Me habéis entendido?
— ¡Si, señor!— Dijeron todos. Y Fátima se mojó un poquito.
— Bien, lo que vamos a hacer es lo siguiente. Constantuerto, a la azotea a abatir gente con tus ballestas mientras se acerca. Confío en tu ojo.
— ¡Voy corriendo! Bueno, o porque soy un poco cojo. Pero que voy lo más rápido que mis viejas piernas me permite.
— Estupendo. Tú, Fátima, te quedarás abajo tanqueándonos haciendo tope en la entrada. Si te ves baja de salud, toma esta pócima.
— Esto... es matarratas.
— Lo que lo mata engorda. Tendremos que sufrir el riesgo.
— ¡Vale!
— Tú, Godofredo, irás a la puerta a apoyar a Fátima. Le contarás al enemigo historias deprimentes para bajar la moral.
— Vamos a morir todos.
— Esa es la actitud. Y tú, Claudio, quiero que hackees los ordenadores de los enemigos, ciegues sus cámaras y cortes sus comunicaciones.
— Es que... no tengo ordenador.
— ... ¿Qué?
— Que no tengo PC.
— Bueno, pues con tu móvil podrás...
— No. Tampoco.
— Las antenas del edificio...
— Nop.
— La red electrica...
— Nope.
— Entonces... eres un hacker sin ningún tipo de instrumento o útil para combatir el enemigo.
— Sasto.
— Y supongo que tampoco tendrás conocimientos de combate.
— Bueno... una vez hice un mapa para Counter Strike.
— ...
— ...
Así todos se pusieron en sus posiciones. Fátima a la entrada junto con GOdofredo, el deprimente. Constantuerto arriba en la azotea, de francotirador, y Claudio en la ventana, colgado por fuera, con una mordaza, y un cartel de "dispareme" para distraer el enemigo del restode objetivos.
— ¿Y yo que?— Pregunta Anal.
— Tu a mi lado.— La coge por la cintura y le da un apasionado beso.
— ¿Siempre besas con el pene?
— Ah, pero ¿Se puede besar con otras cosas?
— Ya llegan.— Grita Fátima.
Venía de todo: tanques, panzers, hileras infinitas de soldados armados hasta los dientes, unos señores en un dirigible de estos de los partidos de baloncesto que iban soltando Holy Hands, un jauría de perros zombies mutantes extraterrestres con metralletas, y una señora de la limpieza enajenada protestando por la suciedad del lugar, lo que habían hecho con su fregado y que esto antes con Franco no pasaba.
— Que Dios no acoja en su seno.— Dice Godofredo.
— Ya está este pensando en tetas.— Replica Fátima.— ¡Venid a por mi, soldaduchos, no os tengo miedo!
Los tanques llegan a la puerta, pero no disparan. Sale un señor con megáfono.
— Un, dos, probando, probando, do re mi fa sol la si dooo... Estoooo... ¿Se me oye? Bien. ¿Los del fondo me oís bien? Guay. ¿Quñe iba a decir yo? Ah, sí. Soy el capitán coronel Mariano Rojas. Por favor, proyecto 001, alias "Salchichón Raiactivo", entréguese por voluntad propia o nos veremos obligados a obligarle a que se entregue por voluntad propia. Y la verdad es que con lo que he oido de usted, no se me apetece mucho. Le doy cinco segundos. ¡UNO!
— No me importa un pimiento ¡ATACAAAAAAAAAAAAAAD! —Gritó Salchichón.
Aquello era una auténtica batalla campal. Fátima neutralizaba a sus enemigos con su inmeso cuerpo de grasa, bloqueando la entrada, los dirigibles empezarona soltar Holy Hands en el tejado donde se hallaba Constantuerto, Godofredo deprimía a los perros contándole que en Snoopy al final todos estaban muertos y eran una alucinacion de Charlie Brown, Claudio esquivaba como podía todo lo que le tiraban, que no era poco, y Analfabética y Salchichón se preparaban para hacer su entrada triunfal:
— Ay, ay... por ahí no, que duele.— Decía ella.
— Bueno, así es más divertido.
Efectivamente. Están haciendo lo que habéis imaginado: han montado, con toda la chatarra y escombros, una especie de catapulta para destruir los tanques. Las frases son porque mientras lo hacen están follando.
— Bien, Anal, escucha atentamente. Ahora quiero que me subas a la catapulta y me lances sobre el panzer que hay allí atrás del todo. o destruiré y si Marcano no está dentro, correré hacia la fábrica y me enfrentaré a él. Una vez caiga, sus soldados se dispersarán y me obedecerán a mi, su nuevo lider, pues por contrato soy el segundo al mando.
— Ok. Diría que correría detrás tuya cuando acabemos aquí, pero me temo que no siento nada de cintura para abajo.
— Es normal. No te preocupes. Sölo hay un 75% de probabilidades de que sea permanente.
— ¿Has hecho una estadística?
— Sí. También tengo hecha una sobre si los golpes de la cabeza te van a dejar secuelas cerebrales o no. menos mal que llevabas casco.
Sin más dilación, Salchichón se montó en la catapulta preparándose para salir catapultado.
— Por cierto, tu nombre... Lo de bética es porque te gusta el Betis ¿Y Analfa?
— Porque me gusta por el culo *guiño*
— *corazón*— Espera... ¿Y el faaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...!!
Y así Salchichón fue catapultado hacia su objetivo. Con su luengo pene se preparó para taladrar la dura coraza del panzer. Los desgraciados de allí ni lo vieron venir. Salchichón calló sobre la cubierta, perforando todo el panzer. Los soldados de dentro sólo pudieron encontrar una muerte dolorosa ante aquel pene que había irrumpido a traves de la coraza.
— No está aquí. ¡Fátima! ¿Dónde está? Bueno, supongo que Cosntantuerto avisará de que voy para la fábrica. ¡En marcha!
Y corrió, dejando tras de sí el caos de la batalla, algo más equilibrada después de haber dado sus estratégicas instrucciones.
LLegó a la fábrica de "Salchichones y demás productos no cancerígenos S.A." Dentro estaría Marcano, esperándole.
La fábrica, vacía, con las máquinas paradas... era una sensación extraña. Era como un remanso de paz para combatir el caos que había fuera. Como un refugio... pero él sabía lo que era. Una cárcel. Su cárcel. Y hoy acabaría con ella y sería libre.
Llegó al despacho de Marcano. Vacío.
¿Dónde podría estar? Y tuvo un flashback... y recordó el día que fue creado. Recordó donde estaban: al final del pasillo, pasada la sala de conferencias.
Se dirigió allí, y... allí estaba. García Marcano.
— Hola, Salchichón. Parece que la has liado parda.— Le dijo. Estaba de espaldas, sin camisa. Y muy musculado ¿Siempre habñia estado así?
— Sí. Me mentiste. Me ocultaste cosas. Me hiciste creer que te importaba, y sólo soy una herramienta para tí y tus sucios asuntos ¿verdad?
— Sí... así es. Escucha Manolo.— Hacía mucho tiempo que nadie le llamaba así.— El mundo no funciona como tu te crees. El mundo funciona hoy día a base de billetes. La ley tiene un límite, pero la cantidad de dinero que puedes robar es ilimitada. Si te apropias de lo suficiente, estarás por encima de la Ley, riéndote de ella. Serás un Dios.
— ¿Un Dios como el que me dijistes que yo sería?
— No... un auténtico Dios. Tu solo eres un peon de una larga cadena. Aunque hoy me derrotases, cosa que dudo, otro ocuparía mi puesto, vería que mi plan no tenía fisuras y las pocas que viese las corregiría. Seguiría haciendo lo que yo hago, pero mejor. Y así hasta que el arte de la mangancia fuese perfecto, que estuviese por encima de todo. Que estuviese al nivel de Dios.
— Estás enfermo.
— ¿Tu crees? Yo creo que sólo soy objetivo. He sopesado pros y contras y hay más ventajas. Es sólo actuar de manera lógica. Si el resto del mundo es gilipollas ¿Por qué no iba a aprovechrme de ellos? Creo una ciudad en la que les hago creer que están bien y les robo impunemente mientras les encasqueto un buen salchichón que los hace adictos.
A Salchichón mutante no le gustan los discursos muy largos. Enseguida sacó su luengo pene y atacó. Se desplazó a una velocidad endiablada. Cuando iba a atravesarle la espalda con él, Marcano se dió la vuelta y para el golpe... con su propio pene.
— ¿Pero qué...?— Dijo anonado Salchichón.
— ¿Creías que tu pene era el más grande? Siempre hay uno con más polla que tu. Siempre.
Empezaron a luchar entre ellos. Los pollazos hacian saltar chispas en las máquinas donde chocaban. Sus estruendo eran tan grandes que rompían las ventanas. Sus lechazos derretian los fríos aceros de los que estaban rodeados. La pelea era brutal. En una de esas, Marcano pareció resbalarse y cayó dentro una especie de ataud.
— Estas atrapado, viejo.
— Jujuju... ¿Crees que he caido aquñi por accidente?
Y salió. Su cuerpo estaba cubierto por un gigantesco exoesqueleto lleno de jeringas con un líquido verde fosforescente en su interior. Una jeringa se vación y MArcano atacó. Ahora era 20 veces más rápido y fuerte.
A duras penas Salchichón Radiactivo podía contener sus embates. Cada vez le gana más terreno. Ya se la había metido en la boca dos veces y le había dañado el hígado. En una de esas, Salchichón chocó contra una pared, perdió de vista a su iobjetivo una milésima de segundo y... le dió en una rodilla.
— ¡AGHHHHHHHHH!
— Sí... el pollazo en las rodillas es el que más duele ¿verdad?
— ¿Por qué? ¡Te creía mi familia, quería ser como tu!
— ¿Ser como yo? Jujuju... Manolo, tu ya eres como yo.
— ¿Cómo?
— Tus padres no te abandonaron en una cuneta. ¿No te pareció un poco ostentosa esa historia? Padres con un Buggaty que abandonan a su hijo recien nacido sobre la marcha.
— ¿Qué quieres decir?
— Manolo ¿Cuáles son tus apellidos?
— ¿Apellidos? No... no sé. No sé cuales eran los de mis padres. Los mios... los mios...— Y tuvo un flashback. Hace tiempo había oido sus apellidos. En el orfanato, pero nunca había necesitado usarlos.
— Y dime, Manolo... ¿Cuál es mi nombre?
— Tu nombre...
— Sí.
— Mi nombre.
— Sí.
— Manolo... García Marcano.
— Exacto Manolo. Tu... eres mi clon.
— ¿Cómo... y por qué?
— Cuando yo era joven, era muy ambicioso. Pensé en montar algún negocio que me diese bastante dinero. Un dia, en una boda, mi hermana le pegó una torta a mi hermano por comerse el último trozo de salchichón... Y entonces lo ví claro. Creé una fábrica de embutidos bastante exitosa, y una ciudad creció a su alrededor: Ciudad embutido. Con el tiempo, ansié más y más poder. Cuanto más me daban, más necesitaba. Añadí sustancias adictivas al salchichón, manipulé al hampa para trabajar para mi, hice que cambiasen leyes estatales... hasta conseguir mi paraiso. Pero no conté conque un gran poder conlleva un gran problema: todos lo querían. No paraba de tener semana sí y semana no atentados terroristas. Bien de trabajadores que se revelaban o bien de competidores que ansiaban lo que ellos no podían tener. Los cuerpos de élite se me quedaban cortos, hasta que un día dije "si quieres algo bien hecho, hazlo tu mismo". Contraté a los mejores científicos del país y creé las células salchichonianas radiactivas pero... cuando me las inyecté... algo salió mal y mi cuerpo las rechazó. El dolor que había que soportar para alcanzar ese poder sobrepasaba los límites del humano. Ningún cuerpo podía resistirlo. Hice pruebas en los soldados más aguerridos del planeta, sin éxito. Tras muchos intentos a una becaría de gran talento que trabajaba para mi se le ocurrió una idea: crearíamos un clon de mi con mis células semisalchichonianas, a mi imagen y semejanza, que estuviese adaptado a soportar todo tipo de dolor y que, cuando creciese, pudiese soportar todo el proceso. Y así... te creamos a ti. Mientras tanto,a lo largo de los años, me fuí sometiendo a tratamientos para alcanzar la perfección, pero hay cosas que no pude alcanzar, como la juventud o la resistencia que ahora tienes. Pero podía subirlas un poquito con la ayuda de estos cacharritos. Ahora hemos desarrollado otra tecnología. Cuando por fin te quedes inconsciente, transfiriré mi cuerpo a tu cerebro y me quedaré con tus poderes, para así poder gobernar Ciudad EMbutido eternamente y, eventualmente, el mundo entero.
— Puta mierda... me he tenido que tragar el discursito entero.
— Te jodes. Y ahora voy a contarte todos los traumas infantiles que me llevaron a hacer esto. Pues yo estaba... blablabla blá...
Parece que había algo que su creador desconocía de él. Como nunca habían herido a Salchichón nadie sabía que podía regenerarse, ni el propio Salchichón. Mientras Marcano hablaba, él había tomado con su trozo de pene un trozo de hierro y le amenazaba por la espalda.
— ... y así fue como me follé a mi primera gallina, pero por alguna razón, a mi profesora del parvulario no le parecía bien, así que...
Y Salchichón ataca. Clava el hierro en medio del exoesqueleto. Marcano empieza a recibir una tremenda descarga que lo deja paralizado.
— ¡AGHHHHHHH!
— ¡Hablas demasiado!
Salchichón se levanta. Izquierdazo. Derechazo. Pollazo. A la cara. Al estómago. Marcano retrocedía sin poder hacer nada más que recibir. Lo acorraló, lo puso de rodillas... y apuntó con su pene a su ojo.
— Dame un motivo para que no te atraviese el cráneo aquí y ahora.
— No lo harás. No podrás.
— ¿Crees que no podré? ¿Y qué harás para impedirlo?
— Si lo haces... ella morirá.
Una voz femenina sonó a sus espaldas. Era Fátima, que sostenía a Anal amenazando con cortarle el cuello.
— ¡Fátima!— Dijo Salchichón.
— Oh, sí, Fátima.— Dijo Marcano— Mi fiel becaria.
— Tu... ¡tu eras el topo!
— Sí, Salchichón. Yo era el topo. Me has hecho el trabajo muy fácil ¿Por qué crees que nadie me atacaba nunca? ¿Te crees que la grasa para balas? No me atacaban porque soy su aliado, no el vuestro. ¿Y te crees que no me hubiese quedado canija como un palo comiendo sólo verduras y ratas? Eres subnormal. Tan solo irte sólo he tendio que apartarme de la entrada y dejar que los soldados los aniquilasen a todos y trajese a la paralítica esta.
— Fátima... creí que eras mi amiga. —Dijo Anal.
— ¿De una mocosa como tu de curvas perfectas? ¡NUNCA! Te llevo 18 años y perdiste la virginidad antes que yo. De hecho, aún la conservo ¿Cómo voy a sentir algo más que odio y envídia por ti? Ahora Salchichón, suelta a Marcano, mi amor.
Y Salchichón lo soltó.
— Ya está.— Dijo Salchichón. — Ahora suelta tu a Anal.
— Está bien. ¡Toda tuya!
Y mientras la soltaba... le iba cortando el cuello.
— ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Salchichón corrió a sus moribundos brazos.
— Agh... Salchichón...no me queda mucho tiempo.
— ¡Calla! Que te han cortado el cuello y se supone que no puedes hablar.
— Joder, es verdad, qué putada... por favor, mata a Fátima y a Marcano... hazlo por mi... o vendré desde el más allá a asustar a tus ligues y no volverás a pinchar en la vida.
— Hostia puta. Me esforzaré en vengarte.
Y murió.
— ¡OS MATARÉ A AMBOS!
— No lo creo.— Dijo Marcano.— Fátima: Chúpamela.
— Como desees, mi amor Marcano.
Y la felación empezó... y algo raro empezó a ocurrir. Fátima empezaba a perder grasa, y Marcano empezó a regenerarse. Cada vez estaba más y más delgada.
— Ugggghh... creo que ya está, señor...
— ¡NADIE TE HA DICHO QUE PARES!
— Ughhhh
Marcano empezó a hacerse mas grande. Más fuerte...
— ¡HASTA QUE ME CORRA NO PUEDES PARAAAAAAAAAAAAAR!
Hasta que Fátima cayó al suelo. Al caer sonó como si dejasen caer una piedra sobre el suelo de metal. Estaba fosilizada. Marcano se arrancó el traje y se inyectó las jeringas.
— ¿Te das cuenta de que llevan como 15 minutos pasando cosas y no has hecho nada por detenerme?— Dijo Marcano.
— Bueno, todas las historias han de tener un Final Boss.
Y así comenzó de nuevo la lucha. Marcano ahora era mucho más fuerte y rápido que antes. El poder de regeneración de Salchichón no era suficiente para soportar esa andanada de hostias que le estaban lloviendo. Marcano lo golpeó y atravesó la puerta del laboratorio. Salchichón comenzó a huir, pero daba igual a donde lo hiciese. Los pollazos de MArcano siempre le alacanzaba y lo lanzaban contra algo. No estab seguro en ningún sitio, no tenía a donde ir... estaba perdido.
Al final, lo sacó fuera. Empezó a destrozarlo contra la fuente de la entrada. Cargó contra los pilares de marmol. Lo reventaba en cualquier rincón con cualqier cosa que creyese capaz de hacerle daño.
Al final, Salchichón no podía más. No había hueso de su cuerpo que no estuviese roto, extremidad que le sirviese orificio, nuevo o viejo, que no le sangrase. Iba a morir, pronto. No iba a poder vengarse y el fantasma de Anal lo atormentaría por el resto de la eternidad.
Postrado en el suelo, moribundo, Marcano se acercó a él.
— Supongo que después de esto no me conviene que sigas vivo. Me has dado bastantes problemas. Mis científicos desarrollaron hace unos días una máquina que podría corregir mis errores. Ahora... muere, Salchichón Radiactivo.
Alzó su luengo pene, dispuesto a atravesarle el pecho y acabar con su vida.
— ¡UN MOMENTO!
— ¿Quien interrumpe este momen...? Joder... No puede ser.
— Sí, soy yo. Tu jefe de laboratorio al cuál echaste cuando cierta becaria robó mi trabajo para ganarse tu favor.
— Doctor Godofredo. Jamás pensé que seguirías con vida. No entiendo por qué la estúpida de mi becaria te mantenía en secreto y con vida.
— Alguien tenía que seguir aportándole datos para avanzar en tu investigación ¿verdad?
— ¿Cómo has escapado de mis soldados?
— Fátima creyó que al irse los soldados había tomado la entrada, pero la verdad es que no pudieron. Mis historias deprimentes hicieron que al final todos se suicidasen mucho y muy fuerte.
— Dioses.
— Sí. Otra cosa no, pero penas tengo para contar a cholón.
— ¿Para qué has venido, Godofredo? ¿Reclamas tu puesto como jefe de laboratorio ahora que Fátima no está? Concedido.
— No, no es eso... he venido a detenerte.
— ¿Detenerme? ¿Tu? JAJAJAJAJA ¿Y cómo piensas hacerlo?
— Yo diseñé absolutamente todo lo que llevas ahora puesto en el cuerpo. Y sé que esto puede detenerlo todo.
Godofredo sacó un bote de lo que parecía colonia.
— Es un virus. Destruye las células salchichonianas. Tu cuerpo es 90% salchichonio. Morirás al instante.
— ¡Pero tu amigo también!
— ¿Amigo? Mató a mi hermana. Esa cosa no es amigo mio.
Marcano se lanzó contra él, pero el dedo de Godofredo era más rápido... o no.
En el último segundo, el pene de Marcano desvió la mano de Godofredo, partiéndola por el golpe. Godofredo cayó al suelo y Marcano puso su pie encima.
— Estúpida y triste criatura. Ahora te curarás y trabajarás a mi eternamente, si no quieres pasar las más horribles penurias.
— O no.
— ¿No? ¿Por qué crees que no?
— Porque sigues teniendo un trozo de metal clavado en la espalda.
El salto de Salchichón Mutante fue rápido y preciso. Con su bota, hundió el trozo de hierro que se había quedado clavado en la espalda de Marcano hasta sus entrañas, atravesándolo. Marcano cayó al suelo.
— Agh... hijos de puta.— Dijo Marcano.
— Tu feo careto no merece ni ser penetrado.— Sentenció Salchichón, para después hundir su bota en su cara y aplastarla contra el asfalto.
Godofredo, aun en el suelo, se dirigió a Salchichón.
— Corre. Aun puedes salvarla. Debajo de ese laboratorio hay otro donde Marcano investigaba técnicas de regeneración. Bájala y métela en un tanque.
Salchichón corrió, cogió a Anal, destrozó el piso y cayó dentro del otro laboratorio. Allí había una gigantesca y complciada máquina marcada con una cruz roja en la que ponía "máquina de refrescos". Al lado había otra más sencilla, parecida a la que hubo entrado él. Supuso que sería aquella. Metió el frío cuerpo de Anal. La máquina comenzó a funcionar.
Entonces llegaron Claudio y Constantuerto, llevando a Godofredo.
— ¿Funcionará?— Preguntó Claudio.
— No lo sé.— Dijo Godofredo.
Al rato de funcionar la máquina se abrió y el cuerpo de Anal cayó. Sin vida.
— No...
Todos comenzaron a mirar tristes el cadaver de Anal.
— Era una buena persona.— Dijo Godofredo.
— Más maja que las pesetas. — Dijo Constantuerto.
— Sabía que yo era un inútil y aún asi me acogió.— Dijo Claudio.
— Qué pensa que ya esté fría.— Dijo Salchichón.
Entonces, de repente... se obro el milagro.
La máquina de refrescos se rompió y comenzó a soltar snacks y bebidas a destajo.
— ¡HURRA JODER!
— ¡Hacía SIGLOS que no comía unas patatitas de bolsas!
— ¡Mirad, este paquete viene con pegatinas de My Little Pony!
— ¡Dejadme algo, cabrones!
Por detrás de ellos, Anal empezó a toser.
— Cof, cof...
— Eh, no nos tosas en las patatas.
Días después...
Ciudad embutido comenzó a ser reparada. La fábrica de salchichones empezó a ofrecer embutido de calidad para la población hambrienta. Incluidos embutidos veganos. El grupo "Veganas con ganas" había tomado el control de la fábrica. Ahora era más grande y, desde allí, velaban también por la seguridad ciudadana. En cuanto a nuestro héroes, Godofredo empezó a usar sus conocimientos en laboratorio para mejorar la vida de la gente, Claudio se compró un PC y empezó a sembrar el caos como hacker en Twitter, donde se quejaba por todo y le ponía bigotes a las fotos de la gente. En cuanto a Constantuerto, puso una óptica.
¿Y dónde están Anal y Salchichón? Pues...
— Me tengo que ir, Anal.
— ¿Por que te vas? Creía que seríamos felices juntos. La máquina repara siempre mis caderas tras nuestros encuentros amorosos.
— Sí, pero... no quiero ser como Marcano. Quiero ser todo lo contrario. Quiero viajar por el mundo y combatir el mal con mi luengo pene. Quiero yacer con mujeres hermosas que no son tu. En fin, que me he hartado de ti.
— Te echaré de menos, Salchichón. A ti y a tu luengo salchichón.
— Lo sé.
— ¿Qué será lo primero que hagas cuando te marches?
— Lo que cualquiera en mi situación habría hecho: un test de venéreas.
- Fin -
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Espero que al menos os saque una sonrisa.
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Salchichón mutante.
Amanece un nuevo día en cuidad embutido. Por desgracia, la salida del sol no pone fin a la racha de violencia y delincuencia de la urbe, donde los malechores campan a su anchas.
— ¡AGHHH, socorro, que me violan!
— ¿Pero qué dices, pavo?
Un señor ha pisado un charco y por alguna extraña razón pide auxilio para su ojete en vez de pedir una toalla. Al poco rato una rata le robó los pantalones, pero le dejó la cartera y el DNI. Era por una buena causa. La rata tenía frío. Que aquí los que roban son los malechores, no lo olvidemos.
Así era Ciudad embutido. Una ciudad llena de violencia y confusión. Y de aire también. Puto oxígeno. Está por todas partes.
Y del oxígeno se estaba quejando nuestro héroe. Un apuesto macho omega que... Espera ¿Que omega es la última letra del abecedario griego? Bueno, ha habido una confusión. Es que así es Ciudad EMbutido, ya tu sabeh.
Nuestro héroe, un deleznable macho omega, capaz de hacer vomitar a una cabra con su horripilante cara, de provocarle cagaleras a una piedra con su mirada, de abrir una investigación científica para que vayan en busca de su minúsculo pene, de...
— Bueno, ¡Ya está bien, ¿no?!
Errrr, dirime usted, caballero.
Como decía, nuestro héroe se dirigía como cada mañana a su puesto de trabajo que...
— Estoy parado.
Bueno, o te preocupes, seguro que es temporal y...
— No tengo estudios ni he trabajado nunca.
Joder, macho, me lo pones difícil.
— Es lo que hay. Apáñatelas como puedas. Sin embargo tengo buenas noticias: voy a hacer un entrevitsa de trabajo en la fábrica de embutidos.
¡Buenas noticias, pues!
Y así se dirige nuestro héroe, montado en su fiel Porshe S Carrera...
— Es un Ford Ascona.
PERO QUE TE CALLES.
Bueno, que así se dirije nuestro héroe a su primera entrevista de trabajo. la primera en su vida. Espero que los de recursos humanos sean capaces de aguantar tan horripilante visión.
Tras un buen rato de camino, en el que nuestro héroe a atropellado tan sólo a dos viejecitas (ojalá pudiese decir lo mismo de los cachorritos de corgui), aquí... errr... ¿Cómo te llamabas?
— Manolo.
Entiendo. Muy de super héroe.
— Pero mis amigos me llaman Manu.
¿Pero tienes amigos?
— ...
PUES NO INTERRUMPAS.
Como decía, nuestro héroe, Manolo, ha llegado por fin a la entrevista de trabajo. La entrevista es en "Salchichones y demás embutidos no cancerígenos S.A.", la empresa mñas importante de Ciudad Embutido.
Manolo aparca su coche en la puerta. Todo un logro, porque para llegar a la oficina central hay un paseo y ha tenido que romper las barras de hierro que separaban el paseo del resto del asfalto. Además que para llegar a la puerta había unos escalones de mármol de la hostia, pero a él se la sopla y ha aparcado allí. Total, ¿Qué vana hacer, multarle? No se ve un triste policía en Ciudad Embutido desde que los invitaron a todos a ese banquete en la empresa de Salchichones y al día siguiente sacaron unos salchichones 3x1 con un extraño regustejo a justicia y balas.
AL entrar en la puerta, lo recibe Conchi, la secretaria.
— Hola, señor, ¿en qué puedo ayudarlJODER QUE COSA TAN FEA, BUAREHGHHHHHHHHHHHHH!!!— Vomitó la secretaria.
A los 30 minutos de vomitonas, la secretaria desfalleció, pero en su último suspiro, antes de reunirse con el resto de su familia, la cual había muerto en un accidente de tráfico hace unos años, pudo reunir fuerzas para nadar entre su vómito hasta el telefonillo, descolgarlo y decir...
— Ha llegad... BUARRGHHH, ha llegado un... un... ser BUAAAAAAARGHHH, para la entrevista de trabajBURRRGGGGGGHHHHH... ... ... ... ¡SUBIDME EL SUELDO! Agh...
Y se fué, a reencontrarse con su madre, Imanola; su padre, Jacobo; y su perro, "Cañón de positrones volador con gafitas". Le puso ese nombre porque "polla con ojos" al parecer era muy obsceno para ser un nombre que pone una niña de 5 años a su perro. Pero es que vaya pollón tenía el perro. No como nuestro protagonista. En fin...
Manolo, en el vestíbulo, había observado toda la escena. La imagen de una señora vomitando hasta morir, sin embargo, no lo perturbó. No era la primera vez que le pasaba.
Al fondo del vestíbulo se encontraba y luengo pasillo. Creyó que la entrevista era por ahí. ¿Por qué Manolo había decidido trabajar tras tanto tiempo? Nunca había trabajado. No le gustaba. Pero había un motivo. Un motivo de peso. Manolo... era huérfano. Bueno, en realidad no. Su madre lo abandonó en una cuneta cuándo él era pequeño. Concretamente cuando tenía cinco segundos de vida. Y ni siquiera paró el coche. Y era autopista. Y ello tenían un Bugatti Veyron. E iban al tope. Para colmo se dió contra un señal. De canto. Este trauma tuvo ventajas y desventajar para Manolo:
- Ventajas: Quedó más guapo y más listo.
- Desventajas: Se quedó solo.
Pero a él no le importaba. Había aprendido a tomar la iniciativa en su vida. Si nadie iba a ayudarle, mejor hacerlo él por su cuenta. Como cuando quiso perder la virgindad. ya que ninguna se ofrecía hizo lo que todo ser humano normal hubiera hecho: pajas. Muchas. Demasiadas quizás. O al menos eso creía él que hacía cuando se frotaba con el pulgar el hueco donde debería estar su pene.
Bueno ¿Por dónde iba? Ah, sí. Señor Manolo, con iniciativa, avanza por el pasillo que cree que da a la sala de conferencias donde tendría lugar la entrevista de trabajo. En vez de eso...
Un señor vendado sale a su encuentro.
— ¿Es usted aquel al que llaman Manolo, al cuál le quedan cortas las más horripilantes y deleznables descripciones, al que los insultos sólo le resultan una breve descripción de la superficie de su ser?
— Joer, pues sí que he ganado títulos nobiliarios. Pues sí, soy yo.
— Soy el dueño de esta empresa. Por favor, venga conmigo.
El señor, a tientas, lo llevó a través del pasillo. Pasaron la sala de conferencias.
— Oiga ¿No es aquí?
— Aquí es donde están los fracasados. Donde están aquellos que aspiran a un trabajo mediocre, con un sueldo mediocre, para luego soñar con comprar cosas caras, que están más allá de sus posibilidades. No, nosotros no vamos aquí. Su destino no es este, señor Manolo. Su destino está por encima de el de toda esta gente. Usted estará por encima de ellos. Estará a la altura de los Dioses. Quizás se convierta en uno de ellos. Un Dios que velará por la seguridad de nuestra empresa y, posiblemente, de nuestra ciudad.
— ...
— ¿Ha escuchado algo de lo...?
— Perdonde ¿Decía algo? Es que me he quedado mirando fotos de tetas feministas en Twitter.
— Deleznable.
Llegaron a una sala. La habitación se encontraba casi en la completa oscuridad, tan sólo iluminada por breves destellos rojos. Luces de emergencia al pie de lo que parecían... máquinas.
Las luces se encendieron. La sala estaba llena de complejos mecanismos que Manolo no supo interpretar para qué eran.
— ¿Qué es este sitio?— Preguntó Manolo, con curiosidad.
— Es... LA SALA DE T...
— Mira, me importa una mierda. Si voy a cobrar mejor que sea cuanto antes mejor lo que sea que vaya a hacer aquí.
— Muy bien. GUARDIAS, PRENDEDLE.
— ¡Ni de coña me vais a meter fuego!
— Prended de que te metan fuego no, prended de... bueno, en fin, que te van a atrapar.
— Hace mucho que nadie me toca. No opondré resistencia.
— Ah.
— De hecho puede que hasta me corra un poquito.
— Asqueroso.
Enseguida los guardias dispararon dardos tranquilizantes. Nadie quiso tocarlo. Los hombres más rudos del ejército fueron los únicos que se atrevieron a posar la vista sobre semejante engendro para, durante unos segundos, poder apuntar con su arma al objetivo... y quedar ciegos para siempre. No obstante, la operación se mantendrá en secreto y el gobierno le echará la culpa de su condición a las pajas, negando todo lo ocurrido.
Manolo despertó en medio de un tanque de agua, conectado a un tubo respirador. El señor de la venda ya no la tenía puesta.
— Le hemos dado la vuelta al cristal de la cámara en la que estás encerrado. Tu puedes verme, pero yo a ti no. Como ves, estás flotando en agua. En realidad no es tal. Se trata de un compuesto especial que servirá como catalizador para las reacciones que se van a producir dentro de poco en tu genoma. Ojalá puedieses llegar a interrumpirme, pero me temo que con esos tubos hasta la garganta no vas a poder decir nada. Y tenías razón: cuando los estábamos metiendo, te corriste un poquito.
El señor dió para abajo a una palanca. la luz del complejor pareció irse. Manolo sintió como sus pulmones se echarcaba de algo que llegaba por el tubo. El agua se electrificaba y le daba descargas por todo el cuerpo. El calor y la presión aumentaron hasta que sintió arder sus oidos y su piel.
— (Como en 50 sombras de Grey. Mola) — Pensó Manolo antes de perder el conocimiento. Y luego se corrió otro poquito.
Y llegó la oscuridad.
A Manolo lo despertó un ruido. Era un rudio rítmico. Uniforme. Homogéneo. Como un pitar. De hecho, era un pitido. Concrétamente de una máquina que medía su frecuencia cardíaca. A Manolo le sorprendió haber reconocido el cacharro ese. Nunca lo había visto, sin embargo, supo interpretar lo que sus ojos veía de manera coherente e interpretar la gráfica que dibujaban sus latidos. Era... extraño. Aunque aun más extraño fue lo que le ocurrió a continuación.
— ¿Cómo se encuentra?— Una enfermera rubia, de imponentes pechos y gruesos labios, se le dirigió con una amplia sonrisa que mostraba sincera preocupación por su estado.
— Esto... ¿Bien?— Manolo no sabía qué constestar. Nunca le había preguntado por su estado.
— ¡Jajajá!— La enfermera interpretó su confusión como una broma y le rió la gracia. Manolo lo flipaba. Pensó que se iba a correr un poquito, pero no lo hizo.
— Un momento...— Manolo se concentró en su zona pélvica. Algo había cambiado.
— ¿Sí?
— Mi polla. Es inmesa.
— Sí. Sí que lo es— La enfermera le guiño el ojo.— Espero que se recupere pronto y podamos darle algún uso interesante.
Y se fué, bamboleando su perfecto culo.
— Jo. Der.
Manolo había sufrido más cambios. Tocó su pecho, duro como una piedra. Debajo del batín pudo adivinar abdominales. Y más abajo... pudo adivinar un luengo pene tapiresco.
— Qué cojones me ha pasado.
Cogió un espejo que había en la mesita. Se miró.
— La virjen de las gambas agridulces ¡SOY HERMOSO!
En ese momento, llegó el señor de la venda en los ojos. Esta vez sin vendas.
— ¿Cómo se encuentra, Manolo?
— ¿Qué cojones me habéis hecho?
— Hemos reestructurado su ADN, Manolo. Necesitábamos a alguien capaz de soportar todo el proceso al que se vió sometido. Lo habíamos intentado con los soldados más fuertes del mundo, pero ni uno consiguió aguantar. Creimos que una persona fuertemente acostumbrada al rechazo y al dolor como usted lo conseguiría. No nos equivocamos. Le hemos hecho más listo. Más fuerte. Mejor. Todo por un bien común. Y quien dice común dice privado. Será segurata en nuestra empresa, Manolo.
— ¿Segurata?
— Sí. Aunque... el proceso a dado lugar a efectos inesperados.
— ¿Cuales?
— Al usar plutonio para la lisis celular, ha quedado usted estéril. También es ligeramente radioactivo. Y... bueno, sus músuculos son células salchichonianas. Quiere decir que si alguien se abalanzase sobre usted y se lo comiese estaría riconudo.
— La hostia. Ahora puedo follar sin preñar señoras, y encima tengo músculos y pene para poder ligar sin tener que pensar demasiado. Y en el caso de que tuviese que hacerlo, tengo cerebro para ello ¡Y mi polla sabe a salchichón del bueno!
— Errr... ¿Sólo le ha importado eso de todo lo que le he dicho? Por cierto... a partir de ahora ya no será llamado Manolo. Se le llamará por su nombre en clave.
— ¿Y cuál es?
Y así, el soldado "Salchichón Radiactivo", entró al servicio de la empresa "Salchichones y demás embutidos no cancerígenos S.A." con efecto inmediato.
Pasaron los meses. A Salchichón Radiactivo no se le dejaba salir de allí. Desarrolló un nuevo estilo de lucha, gracias al entranamiento al que fué sometido. Luchaba con su luengo pene. A las dos semanas de entrar allí, ya había neutralizado 17 amenazas distintas, bien amputándoles miembros, estrángulándolos, o rompiéndoles el ojete hasta la altura de los hombros. Todo con la ayuda de su nuevo y poderoso miembro. La gente dejó paulatinamente de intentar asalatar las oficinas... y Salchión Radiactivo comenzó a aburrise.
— Me hace falta acción de la buena. Mi miembro no puede estarse quieto. Necesito romper un par de espaldas a base de tremendos pollazos. De dejar ciegas a unas cuantes personas con mi lechazo mortal. De batear balazos con mi tremendo perfil de venas señaladas. Iré a hablar con el jefe.
El jefe, el señor García Marcano, antes conocido como "el señor de la venda", era un hombre bastante mayor, pero con una viva avarcia. Quería todo de todos. Por eso fundó la empresa del salchichón. A todo el mundo le gusta el embutido. Vuelve sílfides gimnastas en bolas de sebo, vegetarianos en carnívoros y dietistas en clientes habituales. Era la empresa perfecta para hacerse con todo el dinero y el poder en Ciudad Embutido.
— Señor Marcano.
— ¡Oh, Salchichón! Pasa, pasa. Justo ahora iba a abrir esta botella de amontillado, cosecha del precámbrico ¿Quieres?
— Ah, pues mira, sí.
— ¡Pues cómprate una!
— Estooo... señor, mire. Tengo una serie de inquietudes.
— Suéltalas.
— Sñor, mi pene necesita acción.
— ¿Quieres más mujeres? Puedo secuestrar más, si quieres. Pero te advierto que ya a los forenses le empiezan a parecer raro tantos cadáveres sonrientes con las caderas destrozadas y con su cigarrito.
— No es eso... Señor. Quiero salir de aquñi. Ver el mundo exterior. Y que el mundo exterior me vea como soy yo ahora.
— Ahoras eres un proyecto secreto de esta empresa. No puedes salir al mundo exterior ni que te vean. Anda, déjate de polladas y vuelve atu puesto de trabajo.
Y así Salchichón Radiactivo volvió a sus quehaceres de segurata. Todo transcurría de manera normal, hasta que una noche... oyó algo.
— ...orro! ¡So...!
— ¿Hum? Parece que algo suena en la calle.
— ¡...uda!
— Pegaré más mi super oido, a ver si oigo qué dice.
— ¡Qué me pica el potorro! ¡Solo ansió una buen macho de entrepierna polluda!
— ¡Oh, esa mujer necesita mi ayuda!
Así, el Salchichón mutante se puso en marcha. Escaló las verjas de la fábrica y salió en busca de donde sonaban las voces. Recorrió toda la calle hasta llegar a la fuente del sonido. Y era... un señor.
— Mirad, ya ha caido.— Otros señores acudieron. Al encuentro de esto. Rodearon rápidamente a nuestro protagonista. Sacaron las navajas.
— Parece que la táctica de gritar como una nena buscando pene funciona bastante bien. Pareces de pasta, muchacho. Siempre suelen acudir los frikis desesperados que están forrados. Ahora sé bueno y danos la cartera y los riñones.
— ¿No hay mujer en apuros?
— Creí que era bastante evidente. No, no la hay, ahora danos la...
— ¡AAARRRRRRRRRRRRRRGHHHHHHHHHHHHHHHH!
La ira de Salchichón Radiactivo estalló. Su pene rompió sus reforzados pantalones y repartió venganza entre los delicuentes que lo rodeaban. El primero se llevó un pollazo en la frente, hudiéndosela. El segundo fue atraveado por esta, mientras huía. El tercero tropezó y calló en pompetas. Fue brutalmente empalado. El cuarto quiso atacar, pero al clavar la navaja en la piel del miembro vió horrorizado como no la atravesaba, para luego ver un gigantesco glande taladrando su garganta. El quinto suplicó por su vida y su virginidad anal, pero la clemencia no le fue concedida.
Nuestro amigo Salchichón Mutante, conocido antes como Manolo, se quedó por unos instantes un poco sorprendido de su matanza. Admiraba los boquetes y contusiones provocados en sus enemigos, ahora cubiertos de líquido seminal y sangre.
— No pasa nada...— Se dijo.— Sólo he combatido a los malos. Como siempre.
Entonces se giró y... allí estaba. Una joven muchacha observaba asustada la escena.
— Ah, testigos. No te preocupes mujer, no pretendía...
Y la mujer huyó.
Salchichón Mutante volvió dentro de la fábrica, a hacer su ronda. De repente, se encontró con el señor Marcano.
— Salchichón Mutante ¿Qué ocurre muchacho? Se te ve serio. Por cierto ¿De qué es esa sangre? Mis cámaras no han revelado ningún asalto del perímetro.
— Yo... he salido.
— ¿QUÉ?
— He salido fuera.
— ¡Sabes que no puedes salir! ¡Lo tienes prohibido por contrato!
— Pero yo... la chica... los gritos...
— Sí, sí. Contigo siempre hay una chica y gritos, ¡pero eso no te excusa para salir fuera! Estarás recluido en la celda 427 dos días.
— Pero...
— ¡Sin peros! Anda, obdéceme. Como haces siempre. Y recuerdas que eres mi putita. Tu pene y tus poderes... me pertenecen.
Y así Salchichón radiactivo se autoencerró en la celda 427, de máxima seguridad, durante dos días. En esos dos días no pudo para de pensar en lo que había sucedido fuera. Lo fácil que fue salir, burlar la seguridad, derrotar a los malos... y la cara de susto de aquella chica.
Cuando era feo nadie le miraba con miedo. Las miradas siempre eran de burla o de asco. Había visto esa mirada de terror antes en sus enemigos, pero nunca... en una persona inocente. No le había gustado. Quería que todo el mundo le volviese a mirar como antes. Lo prefería antes que esa mirada de miedo, por eso, los siguientes días, puso en marcha un plan para volver a ser tan feo como antes. Bueno... una serie de planes.
PLAN #1: Ácido.
En el almacén tenía ácido fosfórico para darle regustejo a los salchichones. Se lo echó por encima. La ropa se le quemó al instante y a él... no le pasó nada. Una operario le vió y acabaron follando y ella muerta por quemaduras con productos químicos en el chimichurri.
PLAN #2: Sierras.
La máquina de envasado tenía cuchillas bastante afiladas. Metió la cara debajo. La máquina lo picoteó todo, pero solo destrozó el traje. Al rato salió de la máquina, con la ropa toda rasgada. Una operario le vió y acabarom follando y ella muerta por cortes producidos por trozos de cuchilla en el chimichurri.
PLAN #3: Envejecer.
— ...
— ¿Qué haces, Salchichón Mutante?
— Aquí, esperando a que el tiempo derrote mi tersa y fina piel, a que el futuro derrote mi juventud, a que la muerte venga a soplar su frío aliento en la nuca de mi pene.
— Oh...
Y así acabaron follando y ella muerta por sobredosis de lírica de mierda. En el chimichurri.
Ningún plan funcionaba. Hasta que un día, haciendo guardia.
— Soooy salchichón mutanteeeeee, y hago mi rutina de paseoooo, siempre vigilanteeeeee.
— FIUUUU.
— Oh, un silibino silvido. Parece como el típico de cuando te echan un piropo, pero con una clara intención subyacente de llamar mi atención con complicidad hacia un sitio discreto.
Efectivamente, tras una columna, estaba la mujer de los otros días. Salchichón Mutante fue a su encuentro.
— Hola, guapa
— Déjate de piropos y escucha. Me ha costado mucho infiltrarme. Soy de un grupo especial que trabaja fuera de la fábrica contra el mal absoluto. Debes leer esto.— Le entrega una nota.
— Ah, la clásica carta de amor, los más bellos pensamientos hechos poesias para tratar en vano de expresar un profundo sentimiento de ganas de...
— ¡QUE NO, JODER! Léelo, y asegúrate de que nadie más lo vea. Destruye la carta al terminar.
Y así la chavala se fue, saltando las vallas con asombrosa agilidad. Salchichón Mutante se fijó en que sus mallas dejaban entrever una bonita vista de lo que había debajo de ellas.
— NAIS. Ahora, a leer.
Hola, Salchichón mutante.
Somos el grupo "Veganas con ganas". Tenemos pruebas fehacientes de que la ola de crímenes que azota ciudad embutido es obra de García MArcano, el empresario más poderoso de la ciudad, el cuál contrata ladrones y maleantes para desvalijar a los pobres. También usa sustancias dopantes y adictivas en sus salchichones, para que la gente no pueda vivir sin sus embutidos ¡Y tú eres su cómplice! ¿Eres de los buenos o eres de los malos, Salchichón? Únete a nosotros y derrota a tu jefe. Si la respuesta es "sí", reúnete con nuestro grupo en la calle de la Mortadela número 314. Y que nadie te vea.
Besis y abracis, "Veganas con ganas" XOXO.
PD: Para xoxo el que se me marca con los leggins estos. Joder, qué buena que estoy. Ojalá un cinturón de esos con polla para follarte a ti misma.
— Hum... interesante.
Las noches de Salchichón Mutante últimamente carecían de acción, así que se dispuso a salir. Pero no orque le interesase ayudar. Sólo quería ver esos leggins.
Así fue en su busca. Al salir, Salchichón todavía recordaba un poco del mundo exterior pero... no lo recordaba así ¿Cuánto había pasado desde que entró al serivicio del señor Marcano? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años? Por el aspecto que tenía el exterior, parecían haber pasado siglos. Todo era una ruina enorme. Coches ardiendo, bloques de piso sin cristales y con pintadas (algunos derruidos, bloqueando calles), basura y escombros por todos lados, así como un fuerte olor a... muerte.
En la calle no había nadie en ese momento. No se encontró con ni un alma durante su paseo, y eso que era casi medianoche. Llegó finalmente al sitio de la dirección. Pensó en llamar a la puerta pero... no había. Entró.
— ¿Hola?
Dentro todo era escombros y suciedad. No había señales de que hubiese nadie más allí, salvo por una pequeña fogata en el piso 1. Al caminar oyó un ruido, se dió la vuelta mientras se bajaba la bragueta, para encontrarse con un señor blanco como la leche apuntándole con una ballesta. Era muy anciano y le falta un ojo. También llevaba un moicano y una gabardina desabrochada. No llevaba nada más. Por desgracia.
— Quieto, guapito, si no quieres que te abra otro ojete en el capullo.
Salchichón Radiactivo no se asustó, ese hombre no suponía ninguna amenaza para él. Y su fea cara y maneras tampoco le bajaba la erección. En su día había llegado a hacerse pajas mirándose el espejo. Podría sacarse jugo mirando un catálogo e Bricomanía si quisiese.
— Déjalo, "Constantuerto".— Era la chica.— Perdónale. Últimamente vivimos bajo mucha presión, y hace muchos años que no tenemos puertas. Ven, te presentaré al resto del equipo. Y guárdate la churra, aquí no la vas a necesitar.
Salchichón Radiactivo se siente decepcionado.
Lo llevaron hasta el piso de más arriba, el 7mo, donde la chica le presentó al resto del equipo.
— A ver... el viejo ya lo conoces, Constantuerto, nuestro mejor tirador. Aquel de las gafas y pinta de empollón es Claudio, nuestro hacker. La gorda se llama Fátima, que la que tanquea al resto del equipo. Por último tienes a Godofredo, el alto delgado ese que mira sin decir nada. No sabemos qué hace. Nosotros lo solemos usar de cebo.
— Interesante.
— ¿Sabes por qué estás aquí?
— En la carta ponía algo de que estabas muy buena, señorita...
— Analfabética. Aunque mis amigos me llaman Anal. Mi equipo favorito es el Betis y como te metas con él te rajo con mi podera garra rajadora.
— Entiendo.
— Bien, te pongo en situación. Llevamos muchos años luchando contra el mal y la corrupción extendidas por todo el territorio de ciudad embutido por el señor Marcano desde su fábrica. El Señor Marcano dirige todos los negocios oscuros de la ciudad, desde prostíbulos hasta casinos, pasando por negocios de drogas y asosiaciones de madres y padres. Sí, no suenan muy malvadas, pero deberías acudir a una algún día. En fin, que todas las pistas apuntan hacia él. hemos intentado combatirlo, pero todos nuestros hombres han sido abatidos uno por uno.
— ¿Cómo?
— Por tu culpa.
— ¿Mi culpa?
— Sí, eres el bastión inexpugnable que nos supone la barrera mortal entre nosotros y el señor Marcano. Cuando el señor Marcano te creó hace 15 años nosotros...
— Espera... ¿Cuánto has dicho?
— 15 años.
— Pero... no puede ser. Yo tengo contrato de dos años y nunca he renovado.
— No lo entiendes ¿verdad? El señor Marcano, cuando ves que empiezas a tener un poco de libre albedrío, que ansias la libertad, te borra la memoria. Dime ¿Hace cuanto no te envía a la celda 600?
— ¿La 600? No tenemos celda 600.
— Oh, si la tenéis. Lo que pasa es que nunca te acuerdas de que está ahí, porque siempre te borra la memoria.
— Pero... ¡Eso es imposible!
— Eso dijiste la última vez.
— ¿La última vez?
— Sí.
— No... no es verdad. El señor Marcano... ¡Ha sido como un padre para mi! Jamás me haría daño, y mucho menos me ocultaría cosas de nuestra empresa. Estais mintiendo ¡Mentirosos!— Su pene empezó a revolverse.
— Cree lo que quieras, Salchichón. La auténtica verdad es que no es la primera vez que tenemos esta conversación. Dime, Salchichón ¿No te resulta raro que el señor Marcano haya envejecido tanto en solo dos años?
— Es que bebe mucho.
— ¿Y no te parece raro que la ciudad esté tan devastada?
— Se ve que el servicio de recogida de basuras no funciona bien.
— ¿Y no te resulta raro que el árbol de la entrada haya crecido tanto?
— Está bien regado.
— ¿Y no...?
— ¡BASTAAAA!— El pene de Salchichón radiactivo se alarga y coge a Godofredo, el cuál permanece impasivo.
— Tsk, suertudo...— Dice Fátima.
Todos le apuntan con sus armas sabiendo que no tienen nada que hacer contra ese pene. Salchichón Mutante se lleva la mano a la cabeza y suelta al señor, el cuál sigue impasivo. Huye y salta por la ventana.
— JODER QUE NO EM ACORDABA QUE ERA UN SEPTIMOOOooooo... [puf]
Todos se asoman.
— No os preocupeis. Ese hombre es de acero. Ya recordará... y volverá a nosotros.
— ¡La otra vez dijiste igual, Analfabética, y mira lo que pasó!— Dice Constanturto.
— Será distinto esta vez.
— ¿Qué te hace pensar eso?
— Que ahora... tengo más tetas.
Salchichón volvió a la fábrica. Ya casi estaba amaneciendo. Se acostó en su cama. Faltaba aún un par de horas para que comenzase el turno de día. Le eran suficientes.
Cuando abrió su habitación, se encontró con una sorpresa.
— Hola, Salchichón.
— ¿Marcano? ¿Qué hace usted aquí?
— Vine a encargarte una importante tarea, pero ví que no estabas, me preocupé y me quedé esperando.
— (Qué bueno es conmigo el señor Marcano ¿Cómo va a ser el un mafioso que tiene a todo el mundo manipulado? ¿Cómo va a borrarme la mente?)— Pensó.— Muy bien, señor ¿De qué se trata?
— Se trata de esta máquina.— Marcano le quitó un paño a un bulto que, por alguna extraña razón, Salchichón no había visto antes.— Deberás guardarla toda esta noche. Es un modelo experimental de hacedor de salchichones. Creemos que podría acabar con el hambre del mundo. Sabes, todo el mundo quiere un buen salchichón que llevarse a la boca.
— Entiendo. Cuente conmigo, señor Marcano.
— Bien. Espero que descanses. Buenas noches, Salchichón.
— Buenas noches, señor Marcano.
— Ánimo, muchacho. Si lo haces bien mañana tendrás el día libre. Y podrás salir fuera si quieres.
— ¿EN SERIOOO? Muchas gracias, señor Marcano, señor.
El señor Marcano se fué por fin y Salchichón se acostó en su cama y durmió profndamente, pensando en los sitios a los que iría por la mañana, ahora como un hombre libre. Aunque viendo el estado en el que se encontraban los edificios exteriores tampoco había mucho a donde ir, pero ya se le ocurriría algo.
Sin embargo... al rato, un pensamiento fugaz cruzó su mente. La chavala, Analfabética. Su culo despampanante, su escote de infarto, su pelazo que te cagas... buafff, necesitaab hacerse una gayufla. Total, sería sólo un par de horas y podría seguir durmiendo. Se levantó.
La máquina, aun tapada por el paño, estaba haciendo un extraño rudio. Además emitía una especie de luces. Salchichón le quitó el paño y se puso a investigarla.
— Quizás le he dado una patada mientras dormía y la he puesto en marcha. A ver qué le ocurre.
Inspeccionaba la máquina, cuando de repente vió una inscripción.
— [Desmemorizador salchichoniano 3000. Usar sólo en la celda 600]
— ¿Celda 600? Pero si se supone que no existía ¿Y por qué me han puesto a guardar esto?— Pensó en todo lo que le había dicho Analfabética.— No... puede... ser...
Quiso salir de su celda, pero la puerta estaba cerrada. El ruido de la máquina cada vez era más intenso. Empezó a aporrear la puerta llamando a nadie en particular, esperando que alguien le abriese. Quería informar de un problema en la máquina desmemorizadora que había en su habitación... habitación 009.
— Un momento... 009...— Y le dió la vuelta al cartelito de su habitación. 600.— ¡JODER, MIERDA, TODO ERA VERDAD. ABRID LA PUTA PUERTA!
Empezó a aporrearla cada vez más fuerte, nadie le abría. La máquina empezó a emitir cada vez unos destellos más grandes y un ruido más intenso. Salchichón intento romperla... pero sólo consiguió romper las luces más exteriores. La máquina era increiblemente resistente. Intento arrancar los cables, pero no tenía a la vista. La máquina emanaba un humo que lo adormecía, no podía pensar con claridad... estaba como confuso. Entonces, recordó las tetazas y el culamen de Analfabética. Se abalanzó contra la puerta y rompió los goznes, cayendo al suelo con un estrepitoso estruendo. Salió de la celda y comenzó a correr. No sabía para donde, pero sabñia que tenia que huir de allí cuanto antes.
El sitio que creyó su casa resultó que era su carcel.
Los otros seguratas no estaban allí para proteger el recinto. Estaban para retenerlo a él. Todo tenía sentido.
Los hombre de Marcano abrían fuego. Salchichón huía, cubriéndose como podía, de los molestos picotazos que suponian las balas. Le lanzaban gases lacrimógenos y anestésicos. Huía a través de máquinas como podía. De fondo escuchó la voz de Marcano:
— ¡Atrapadle, no dejéis que escape!
— (¿Por qué, Marcano?)— Pensaba mientras huía.
No le costó mucho saltar la valla. Por alguna razón, a pesar de que se había acostado amaneciendo, era ya otra vez d enoche. La máquina lo había mantenido en estado de sueño hasta que estuviese listo. Sólo las curvas de Analfabética habian logrado despertarle.
Y así se escabulló, en medio de la noche.
— ¿Qué hacemos, señor Marcano?— Preguntó un soldado.
— Esperar. Ya volverá. Supongo que querrá respuestas... y venganza.
Mientras tanto, en el cuartel de "Veganas con ganas".
— Ya ha empezado.— Dijo Analfabética.— Preparaos a recibir a nuestro mejor soldado.
Al rato llegó Salchichón. No supo por qué se dirijió allí. Quizás es que no sabía de otro sitio a dónde ir, ahora que la casa de sus padres era un páramo. Bueno... en realidad si lo sabía. Quería disfrutar esas curvas una vez más. Llegó confuso y algo mareado. Allí estaba todo el grupo.
— ¿Dónde está ella?— Preguntó salchichón.
— Estoy aquí, amor mío.
— ¡Tu no, puta gorda!— Fátima se va llorando.— ¿Dónde está Analfabética?
— ¡Estoy aquí!
Apareció pro la puerta con su armadura de combate.
— Descansa, guerrero. Mañana será un dia ajetreado.
Lo tumbaron como pudieron en una cama blandita. Bueno, en realidad era la tabla donde dormía Godofredo. Con Godofredo debajo. Por eso estaba tan blandita, supongo.
Amanece. Salchichón Mutante estaba aun un poco confuso. La noche anterior... el que creyó su padre realmente lo drogaba para borrarle la memoria. Había sido esclavo durante 15 años, y durante 15 años no se había dado cuenta. O quizás sí y ya no lo recuerda. De repente, oye una voz:
— Buenos días.
— ¿Qué? ¿Quién habla?
— Soy yo, Godofredo.
— ¿Qué? ¿Dónde te encuentras? (Así que esta es su habilidad especial: ser indetectable para el enemigo. Menudo crack. Seguro que es un gran espia)
— Estoy debajo. No hablaría, pero creo que una costilla me ha perforado un pulmón. Y molesta.
Salchichón se levantó. Tenía muchas preguntas.
— Creo que la primera y más importante es... ¿Por quñe estais tan pálidos todos?
— Somos veganos. Nos alimentamos exclusivamente de verduras, como tomates, nabos, ratas...
— Las ratas no son verdura.
— CUando hay hambre sí ¿Más preguntas?
— ¿Vosotros sabíais de lo que me pasaba?
— Sí, la verdad es que sí. Has estado aquí mas veces.
— ¿Cuántas?
— Siete. Seis de ellas como amigo... y una...
— ¿Cómo me obligábais a salir?
— Siempre acababas saliendo. Cuando no escuchabas una voz de auxilio, perseguias una mariposa, y cuando no ibas detrás de unas tetas.
— ¿Qué pasó la vez que no vine como amigo?
— Marcano encontró nuestra base. Te envió diciéndote que eramos peligrosos para la empresa. En el último momento, cuando nos tenías a todos atrapados, uno de nosotros hizo un sacrifio y pudimos escapar.
— ¿He lastimado a algien inocente? ¿Quién era?
— ... Mi hermana. Ella se te ofreció y tu... no pudiste negarte. Pero ella era virgen. No pudo soportarlo.
— ...
— ...
— ...
— ¿Qué silencio tan incómodo, no? Debería haberme tirado un cuesco o algo para romperlo. Bueno, si pudiese. Tengo un sistema digestivo perfecto. Hace casi un año que no me tiro un cuesco. Bueno... 15 en realidad.
En ese momento, como un torbellino, entró por la puerta el resto del equipo.
— Malas noticias. Los hombres de Marcano se dirijen hacia aquí.— Dijo Anal.— Tenemos que irnos.
— ¿Qué? ¿Cómo lo han averiguado?— Preguntó Godofredo.
— Creo... que tenemos un topo en el grupo. Y no quiero mirar a nadie. ¿Verdad, Godofredo? A nadie. COF, COF, TOPO, COF... Ain, que me ha dado la tos.
— ¿Me acusas de ser un topo? Me he tirado toda la noche debajo de este hombre. Y no pasándomelo bien, precisamente.
— Chicos, dejad de discutir. Vámonos antes de que sea tarde.— Dijo Claudio.
— [WOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO]— Suena una sirena por toda la ciudad.
— Demasiado tarde. Ya han llegado.— Dijo Anal.
— ¿Porqué anuncian su llegada con estruendosas sirenas en vez de llegar sigilosamente y sorprendernos a todos?
A Salchichón ya se le ha pasado la morriña y la culpa. Llegaba la hora de lo que a él mejor se le daba: repartir pollazos a distro y siniestro. Dispuso un plan de ataque:
— Bien, escuchadme mierdecillas. Probablemente creais que de rechazar a estos tipos sepais vosotros más que yo, pero yo he comido con ellos, he matado con ellos, he cagado con ellos... así que a partir de ahora voy a ser yo el que de las órdenes si quereis salir vivios. Al primero que me deseobedezca, pollazo en la frente y va a tener que buscar la cabeza en el COngo ¿Me habéis entendido?
— ¡Si, señor!— Dijeron todos. Y Fátima se mojó un poquito.
— Bien, lo que vamos a hacer es lo siguiente. Constantuerto, a la azotea a abatir gente con tus ballestas mientras se acerca. Confío en tu ojo.
— ¡Voy corriendo! Bueno, o porque soy un poco cojo. Pero que voy lo más rápido que mis viejas piernas me permite.
— Estupendo. Tú, Fátima, te quedarás abajo tanqueándonos haciendo tope en la entrada. Si te ves baja de salud, toma esta pócima.
— Esto... es matarratas.
— Lo que lo mata engorda. Tendremos que sufrir el riesgo.
— ¡Vale!
— Tú, Godofredo, irás a la puerta a apoyar a Fátima. Le contarás al enemigo historias deprimentes para bajar la moral.
— Vamos a morir todos.
— Esa es la actitud. Y tú, Claudio, quiero que hackees los ordenadores de los enemigos, ciegues sus cámaras y cortes sus comunicaciones.
— Es que... no tengo ordenador.
— ... ¿Qué?
— Que no tengo PC.
— Bueno, pues con tu móvil podrás...
— No. Tampoco.
— Las antenas del edificio...
— Nop.
— La red electrica...
— Nope.
— Entonces... eres un hacker sin ningún tipo de instrumento o útil para combatir el enemigo.
— Sasto.
— Y supongo que tampoco tendrás conocimientos de combate.
— Bueno... una vez hice un mapa para Counter Strike.
— ...
— ...
Así todos se pusieron en sus posiciones. Fátima a la entrada junto con GOdofredo, el deprimente. Constantuerto arriba en la azotea, de francotirador, y Claudio en la ventana, colgado por fuera, con una mordaza, y un cartel de "dispareme" para distraer el enemigo del restode objetivos.
— ¿Y yo que?— Pregunta Anal.
— Tu a mi lado.— La coge por la cintura y le da un apasionado beso.
— ¿Siempre besas con el pene?
— Ah, pero ¿Se puede besar con otras cosas?
— Ya llegan.— Grita Fátima.
Venía de todo: tanques, panzers, hileras infinitas de soldados armados hasta los dientes, unos señores en un dirigible de estos de los partidos de baloncesto que iban soltando Holy Hands, un jauría de perros zombies mutantes extraterrestres con metralletas, y una señora de la limpieza enajenada protestando por la suciedad del lugar, lo que habían hecho con su fregado y que esto antes con Franco no pasaba.
— Que Dios no acoja en su seno.— Dice Godofredo.
— Ya está este pensando en tetas.— Replica Fátima.— ¡Venid a por mi, soldaduchos, no os tengo miedo!
Los tanques llegan a la puerta, pero no disparan. Sale un señor con megáfono.
— Un, dos, probando, probando, do re mi fa sol la si dooo... Estoooo... ¿Se me oye? Bien. ¿Los del fondo me oís bien? Guay. ¿Quñe iba a decir yo? Ah, sí. Soy el capitán coronel Mariano Rojas. Por favor, proyecto 001, alias "Salchichón Raiactivo", entréguese por voluntad propia o nos veremos obligados a obligarle a que se entregue por voluntad propia. Y la verdad es que con lo que he oido de usted, no se me apetece mucho. Le doy cinco segundos. ¡UNO!
— No me importa un pimiento ¡ATACAAAAAAAAAAAAAAD! —Gritó Salchichón.
Aquello era una auténtica batalla campal. Fátima neutralizaba a sus enemigos con su inmeso cuerpo de grasa, bloqueando la entrada, los dirigibles empezarona soltar Holy Hands en el tejado donde se hallaba Constantuerto, Godofredo deprimía a los perros contándole que en Snoopy al final todos estaban muertos y eran una alucinacion de Charlie Brown, Claudio esquivaba como podía todo lo que le tiraban, que no era poco, y Analfabética y Salchichón se preparaban para hacer su entrada triunfal:
— Ay, ay... por ahí no, que duele.— Decía ella.
— Bueno, así es más divertido.
Efectivamente. Están haciendo lo que habéis imaginado: han montado, con toda la chatarra y escombros, una especie de catapulta para destruir los tanques. Las frases son porque mientras lo hacen están follando.
— Bien, Anal, escucha atentamente. Ahora quiero que me subas a la catapulta y me lances sobre el panzer que hay allí atrás del todo. o destruiré y si Marcano no está dentro, correré hacia la fábrica y me enfrentaré a él. Una vez caiga, sus soldados se dispersarán y me obedecerán a mi, su nuevo lider, pues por contrato soy el segundo al mando.
— Ok. Diría que correría detrás tuya cuando acabemos aquí, pero me temo que no siento nada de cintura para abajo.
— Es normal. No te preocupes. Sölo hay un 75% de probabilidades de que sea permanente.
— ¿Has hecho una estadística?
— Sí. También tengo hecha una sobre si los golpes de la cabeza te van a dejar secuelas cerebrales o no. menos mal que llevabas casco.
Sin más dilación, Salchichón se montó en la catapulta preparándose para salir catapultado.
— Por cierto, tu nombre... Lo de bética es porque te gusta el Betis ¿Y Analfa?
— Porque me gusta por el culo *guiño*
— *corazón*— Espera... ¿Y el faaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...!!
Y así Salchichón fue catapultado hacia su objetivo. Con su luengo pene se preparó para taladrar la dura coraza del panzer. Los desgraciados de allí ni lo vieron venir. Salchichón calló sobre la cubierta, perforando todo el panzer. Los soldados de dentro sólo pudieron encontrar una muerte dolorosa ante aquel pene que había irrumpido a traves de la coraza.
— No está aquí. ¡Fátima! ¿Dónde está? Bueno, supongo que Cosntantuerto avisará de que voy para la fábrica. ¡En marcha!
Y corrió, dejando tras de sí el caos de la batalla, algo más equilibrada después de haber dado sus estratégicas instrucciones.
LLegó a la fábrica de "Salchichones y demás productos no cancerígenos S.A." Dentro estaría Marcano, esperándole.
La fábrica, vacía, con las máquinas paradas... era una sensación extraña. Era como un remanso de paz para combatir el caos que había fuera. Como un refugio... pero él sabía lo que era. Una cárcel. Su cárcel. Y hoy acabaría con ella y sería libre.
Llegó al despacho de Marcano. Vacío.
¿Dónde podría estar? Y tuvo un flashback... y recordó el día que fue creado. Recordó donde estaban: al final del pasillo, pasada la sala de conferencias.
Se dirigió allí, y... allí estaba. García Marcano.
— Hola, Salchichón. Parece que la has liado parda.— Le dijo. Estaba de espaldas, sin camisa. Y muy musculado ¿Siempre habñia estado así?
— Sí. Me mentiste. Me ocultaste cosas. Me hiciste creer que te importaba, y sólo soy una herramienta para tí y tus sucios asuntos ¿verdad?
— Sí... así es. Escucha Manolo.— Hacía mucho tiempo que nadie le llamaba así.— El mundo no funciona como tu te crees. El mundo funciona hoy día a base de billetes. La ley tiene un límite, pero la cantidad de dinero que puedes robar es ilimitada. Si te apropias de lo suficiente, estarás por encima de la Ley, riéndote de ella. Serás un Dios.
— ¿Un Dios como el que me dijistes que yo sería?
— No... un auténtico Dios. Tu solo eres un peon de una larga cadena. Aunque hoy me derrotases, cosa que dudo, otro ocuparía mi puesto, vería que mi plan no tenía fisuras y las pocas que viese las corregiría. Seguiría haciendo lo que yo hago, pero mejor. Y así hasta que el arte de la mangancia fuese perfecto, que estuviese por encima de todo. Que estuviese al nivel de Dios.
— Estás enfermo.
— ¿Tu crees? Yo creo que sólo soy objetivo. He sopesado pros y contras y hay más ventajas. Es sólo actuar de manera lógica. Si el resto del mundo es gilipollas ¿Por qué no iba a aprovechrme de ellos? Creo una ciudad en la que les hago creer que están bien y les robo impunemente mientras les encasqueto un buen salchichón que los hace adictos.
A Salchichón mutante no le gustan los discursos muy largos. Enseguida sacó su luengo pene y atacó. Se desplazó a una velocidad endiablada. Cuando iba a atravesarle la espalda con él, Marcano se dió la vuelta y para el golpe... con su propio pene.
— ¿Pero qué...?— Dijo anonado Salchichón.
— ¿Creías que tu pene era el más grande? Siempre hay uno con más polla que tu. Siempre.
Empezaron a luchar entre ellos. Los pollazos hacian saltar chispas en las máquinas donde chocaban. Sus estruendo eran tan grandes que rompían las ventanas. Sus lechazos derretian los fríos aceros de los que estaban rodeados. La pelea era brutal. En una de esas, Marcano pareció resbalarse y cayó dentro una especie de ataud.
— Estas atrapado, viejo.
— Jujuju... ¿Crees que he caido aquñi por accidente?
Y salió. Su cuerpo estaba cubierto por un gigantesco exoesqueleto lleno de jeringas con un líquido verde fosforescente en su interior. Una jeringa se vación y MArcano atacó. Ahora era 20 veces más rápido y fuerte.
A duras penas Salchichón Radiactivo podía contener sus embates. Cada vez le gana más terreno. Ya se la había metido en la boca dos veces y le había dañado el hígado. En una de esas, Salchichón chocó contra una pared, perdió de vista a su iobjetivo una milésima de segundo y... le dió en una rodilla.
— ¡AGHHHHHHHHH!
— Sí... el pollazo en las rodillas es el que más duele ¿verdad?
— ¿Por qué? ¡Te creía mi familia, quería ser como tu!
— ¿Ser como yo? Jujuju... Manolo, tu ya eres como yo.
— ¿Cómo?
— Tus padres no te abandonaron en una cuneta. ¿No te pareció un poco ostentosa esa historia? Padres con un Buggaty que abandonan a su hijo recien nacido sobre la marcha.
— ¿Qué quieres decir?
— Manolo ¿Cuáles son tus apellidos?
— ¿Apellidos? No... no sé. No sé cuales eran los de mis padres. Los mios... los mios...— Y tuvo un flashback. Hace tiempo había oido sus apellidos. En el orfanato, pero nunca había necesitado usarlos.
— Y dime, Manolo... ¿Cuál es mi nombre?
— Tu nombre...
— Sí.
— Mi nombre.
— Sí.
— Manolo... García Marcano.
— Exacto Manolo. Tu... eres mi clon.
— ¿Cómo... y por qué?
— Cuando yo era joven, era muy ambicioso. Pensé en montar algún negocio que me diese bastante dinero. Un dia, en una boda, mi hermana le pegó una torta a mi hermano por comerse el último trozo de salchichón... Y entonces lo ví claro. Creé una fábrica de embutidos bastante exitosa, y una ciudad creció a su alrededor: Ciudad embutido. Con el tiempo, ansié más y más poder. Cuanto más me daban, más necesitaba. Añadí sustancias adictivas al salchichón, manipulé al hampa para trabajar para mi, hice que cambiasen leyes estatales... hasta conseguir mi paraiso. Pero no conté conque un gran poder conlleva un gran problema: todos lo querían. No paraba de tener semana sí y semana no atentados terroristas. Bien de trabajadores que se revelaban o bien de competidores que ansiaban lo que ellos no podían tener. Los cuerpos de élite se me quedaban cortos, hasta que un día dije "si quieres algo bien hecho, hazlo tu mismo". Contraté a los mejores científicos del país y creé las células salchichonianas radiactivas pero... cuando me las inyecté... algo salió mal y mi cuerpo las rechazó. El dolor que había que soportar para alcanzar ese poder sobrepasaba los límites del humano. Ningún cuerpo podía resistirlo. Hice pruebas en los soldados más aguerridos del planeta, sin éxito. Tras muchos intentos a una becaría de gran talento que trabajaba para mi se le ocurrió una idea: crearíamos un clon de mi con mis células semisalchichonianas, a mi imagen y semejanza, que estuviese adaptado a soportar todo tipo de dolor y que, cuando creciese, pudiese soportar todo el proceso. Y así... te creamos a ti. Mientras tanto,a lo largo de los años, me fuí sometiendo a tratamientos para alcanzar la perfección, pero hay cosas que no pude alcanzar, como la juventud o la resistencia que ahora tienes. Pero podía subirlas un poquito con la ayuda de estos cacharritos. Ahora hemos desarrollado otra tecnología. Cuando por fin te quedes inconsciente, transfiriré mi cuerpo a tu cerebro y me quedaré con tus poderes, para así poder gobernar Ciudad EMbutido eternamente y, eventualmente, el mundo entero.
— Puta mierda... me he tenido que tragar el discursito entero.
— Te jodes. Y ahora voy a contarte todos los traumas infantiles que me llevaron a hacer esto. Pues yo estaba... blablabla blá...
Parece que había algo que su creador desconocía de él. Como nunca habían herido a Salchichón nadie sabía que podía regenerarse, ni el propio Salchichón. Mientras Marcano hablaba, él había tomado con su trozo de pene un trozo de hierro y le amenazaba por la espalda.
— ... y así fue como me follé a mi primera gallina, pero por alguna razón, a mi profesora del parvulario no le parecía bien, así que...
Y Salchichón ataca. Clava el hierro en medio del exoesqueleto. Marcano empieza a recibir una tremenda descarga que lo deja paralizado.
— ¡AGHHHHHHH!
— ¡Hablas demasiado!
Salchichón se levanta. Izquierdazo. Derechazo. Pollazo. A la cara. Al estómago. Marcano retrocedía sin poder hacer nada más que recibir. Lo acorraló, lo puso de rodillas... y apuntó con su pene a su ojo.
— Dame un motivo para que no te atraviese el cráneo aquí y ahora.
— No lo harás. No podrás.
— ¿Crees que no podré? ¿Y qué harás para impedirlo?
— Si lo haces... ella morirá.
Una voz femenina sonó a sus espaldas. Era Fátima, que sostenía a Anal amenazando con cortarle el cuello.
— ¡Fátima!— Dijo Salchichón.
— Oh, sí, Fátima.— Dijo Marcano— Mi fiel becaria.
— Tu... ¡tu eras el topo!
— Sí, Salchichón. Yo era el topo. Me has hecho el trabajo muy fácil ¿Por qué crees que nadie me atacaba nunca? ¿Te crees que la grasa para balas? No me atacaban porque soy su aliado, no el vuestro. ¿Y te crees que no me hubiese quedado canija como un palo comiendo sólo verduras y ratas? Eres subnormal. Tan solo irte sólo he tendio que apartarme de la entrada y dejar que los soldados los aniquilasen a todos y trajese a la paralítica esta.
— Fátima... creí que eras mi amiga. —Dijo Anal.
— ¿De una mocosa como tu de curvas perfectas? ¡NUNCA! Te llevo 18 años y perdiste la virginidad antes que yo. De hecho, aún la conservo ¿Cómo voy a sentir algo más que odio y envídia por ti? Ahora Salchichón, suelta a Marcano, mi amor.
Y Salchichón lo soltó.
— Ya está.— Dijo Salchichón. — Ahora suelta tu a Anal.
— Está bien. ¡Toda tuya!
Y mientras la soltaba... le iba cortando el cuello.
— ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
Salchichón corrió a sus moribundos brazos.
— Agh... Salchichón...no me queda mucho tiempo.
— ¡Calla! Que te han cortado el cuello y se supone que no puedes hablar.
— Joder, es verdad, qué putada... por favor, mata a Fátima y a Marcano... hazlo por mi... o vendré desde el más allá a asustar a tus ligues y no volverás a pinchar en la vida.
— Hostia puta. Me esforzaré en vengarte.
Y murió.
— ¡OS MATARÉ A AMBOS!
— No lo creo.— Dijo Marcano.— Fátima: Chúpamela.
— Como desees, mi amor Marcano.
Y la felación empezó... y algo raro empezó a ocurrir. Fátima empezaba a perder grasa, y Marcano empezó a regenerarse. Cada vez estaba más y más delgada.
— Ugggghh... creo que ya está, señor...
— ¡NADIE TE HA DICHO QUE PARES!
— Ughhhh
Marcano empezó a hacerse mas grande. Más fuerte...
— ¡HASTA QUE ME CORRA NO PUEDES PARAAAAAAAAAAAAAR!
Hasta que Fátima cayó al suelo. Al caer sonó como si dejasen caer una piedra sobre el suelo de metal. Estaba fosilizada. Marcano se arrancó el traje y se inyectó las jeringas.
— ¿Te das cuenta de que llevan como 15 minutos pasando cosas y no has hecho nada por detenerme?— Dijo Marcano.
— Bueno, todas las historias han de tener un Final Boss.
Y así comenzó de nuevo la lucha. Marcano ahora era mucho más fuerte y rápido que antes. El poder de regeneración de Salchichón no era suficiente para soportar esa andanada de hostias que le estaban lloviendo. Marcano lo golpeó y atravesó la puerta del laboratorio. Salchichón comenzó a huir, pero daba igual a donde lo hiciese. Los pollazos de MArcano siempre le alacanzaba y lo lanzaban contra algo. No estab seguro en ningún sitio, no tenía a donde ir... estaba perdido.
Al final, lo sacó fuera. Empezó a destrozarlo contra la fuente de la entrada. Cargó contra los pilares de marmol. Lo reventaba en cualquier rincón con cualqier cosa que creyese capaz de hacerle daño.
Al final, Salchichón no podía más. No había hueso de su cuerpo que no estuviese roto, extremidad que le sirviese orificio, nuevo o viejo, que no le sangrase. Iba a morir, pronto. No iba a poder vengarse y el fantasma de Anal lo atormentaría por el resto de la eternidad.
Postrado en el suelo, moribundo, Marcano se acercó a él.
— Supongo que después de esto no me conviene que sigas vivo. Me has dado bastantes problemas. Mis científicos desarrollaron hace unos días una máquina que podría corregir mis errores. Ahora... muere, Salchichón Radiactivo.
Alzó su luengo pene, dispuesto a atravesarle el pecho y acabar con su vida.
— ¡UN MOMENTO!
— ¿Quien interrumpe este momen...? Joder... No puede ser.
— Sí, soy yo. Tu jefe de laboratorio al cuál echaste cuando cierta becaria robó mi trabajo para ganarse tu favor.
— Doctor Godofredo. Jamás pensé que seguirías con vida. No entiendo por qué la estúpida de mi becaria te mantenía en secreto y con vida.
— Alguien tenía que seguir aportándole datos para avanzar en tu investigación ¿verdad?
— ¿Cómo has escapado de mis soldados?
— Fátima creyó que al irse los soldados había tomado la entrada, pero la verdad es que no pudieron. Mis historias deprimentes hicieron que al final todos se suicidasen mucho y muy fuerte.
— Dioses.
— Sí. Otra cosa no, pero penas tengo para contar a cholón.
— ¿Para qué has venido, Godofredo? ¿Reclamas tu puesto como jefe de laboratorio ahora que Fátima no está? Concedido.
— No, no es eso... he venido a detenerte.
— ¿Detenerme? ¿Tu? JAJAJAJAJA ¿Y cómo piensas hacerlo?
— Yo diseñé absolutamente todo lo que llevas ahora puesto en el cuerpo. Y sé que esto puede detenerlo todo.
Godofredo sacó un bote de lo que parecía colonia.
— Es un virus. Destruye las células salchichonianas. Tu cuerpo es 90% salchichonio. Morirás al instante.
— ¡Pero tu amigo también!
— ¿Amigo? Mató a mi hermana. Esa cosa no es amigo mio.
Marcano se lanzó contra él, pero el dedo de Godofredo era más rápido... o no.
En el último segundo, el pene de Marcano desvió la mano de Godofredo, partiéndola por el golpe. Godofredo cayó al suelo y Marcano puso su pie encima.
— Estúpida y triste criatura. Ahora te curarás y trabajarás a mi eternamente, si no quieres pasar las más horribles penurias.
— O no.
— ¿No? ¿Por qué crees que no?
— Porque sigues teniendo un trozo de metal clavado en la espalda.
El salto de Salchichón Mutante fue rápido y preciso. Con su bota, hundió el trozo de hierro que se había quedado clavado en la espalda de Marcano hasta sus entrañas, atravesándolo. Marcano cayó al suelo.
— Agh... hijos de puta.— Dijo Marcano.
— Tu feo careto no merece ni ser penetrado.— Sentenció Salchichón, para después hundir su bota en su cara y aplastarla contra el asfalto.
Godofredo, aun en el suelo, se dirigió a Salchichón.
— Corre. Aun puedes salvarla. Debajo de ese laboratorio hay otro donde Marcano investigaba técnicas de regeneración. Bájala y métela en un tanque.
Salchichón corrió, cogió a Anal, destrozó el piso y cayó dentro del otro laboratorio. Allí había una gigantesca y complciada máquina marcada con una cruz roja en la que ponía "máquina de refrescos". Al lado había otra más sencilla, parecida a la que hubo entrado él. Supuso que sería aquella. Metió el frío cuerpo de Anal. La máquina comenzó a funcionar.
Entonces llegaron Claudio y Constantuerto, llevando a Godofredo.
— ¿Funcionará?— Preguntó Claudio.
— No lo sé.— Dijo Godofredo.
Al rato de funcionar la máquina se abrió y el cuerpo de Anal cayó. Sin vida.
— No...
Todos comenzaron a mirar tristes el cadaver de Anal.
— Era una buena persona.— Dijo Godofredo.
— Más maja que las pesetas. — Dijo Constantuerto.
— Sabía que yo era un inútil y aún asi me acogió.— Dijo Claudio.
— Qué pensa que ya esté fría.— Dijo Salchichón.
Entonces, de repente... se obro el milagro.
La máquina de refrescos se rompió y comenzó a soltar snacks y bebidas a destajo.
— ¡HURRA JODER!
— ¡Hacía SIGLOS que no comía unas patatitas de bolsas!
— ¡Mirad, este paquete viene con pegatinas de My Little Pony!
— ¡Dejadme algo, cabrones!
Por detrás de ellos, Anal empezó a toser.
— Cof, cof...
— Eh, no nos tosas en las patatas.
Días después...
Ciudad embutido comenzó a ser reparada. La fábrica de salchichones empezó a ofrecer embutido de calidad para la población hambrienta. Incluidos embutidos veganos. El grupo "Veganas con ganas" había tomado el control de la fábrica. Ahora era más grande y, desde allí, velaban también por la seguridad ciudadana. En cuanto a nuestro héroes, Godofredo empezó a usar sus conocimientos en laboratorio para mejorar la vida de la gente, Claudio se compró un PC y empezó a sembrar el caos como hacker en Twitter, donde se quejaba por todo y le ponía bigotes a las fotos de la gente. En cuanto a Constantuerto, puso una óptica.
¿Y dónde están Anal y Salchichón? Pues...
— Me tengo que ir, Anal.
— ¿Por que te vas? Creía que seríamos felices juntos. La máquina repara siempre mis caderas tras nuestros encuentros amorosos.
— Sí, pero... no quiero ser como Marcano. Quiero ser todo lo contrario. Quiero viajar por el mundo y combatir el mal con mi luengo pene. Quiero yacer con mujeres hermosas que no son tu. En fin, que me he hartado de ti.
— Te echaré de menos, Salchichón. A ti y a tu luengo salchichón.
— Lo sé.
— ¿Qué será lo primero que hagas cuando te marches?
— Lo que cualquiera en mi situación habría hecho: un test de venéreas.
- Fin -
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Espero que al menos os saque una sonrisa.